Sandra Silveyra
(Buenos Aires, Argentina, 1971)
Actriz, dramaturga y docente de dramaturgia. Autora de piezas teatrales como El tren de la alegría, Emma en el espejo, y Algo va a pasar en co-autoría con Silvia Silva, entre otras.
Alfonsina, El deseo nace en la boca, es una obra de teatro donde la poesía interviene la acción dramática de los personajes, nos muestra un paisaje teatral que podría considerarse de terror con una historia que nos atrapa de principio a Fin. Sandra Silveyra integra el universo místico de Alfonsina que nos muestra la Argentina Chamánica y poderosa del sur del continente.
La selección y el comentario son del dramaturgo mexicano Daniel H. Soto
ALFONSINA
“El deseo nace en la boca”
Sandra Silveyra
SINOPSIS
Alfonsina es una muchacha que vive en una chacra del interior junto a su abuela Irma y Aldo, un peón de campo. Facundo, un hombre con afición a la poesía y oriundo de la Capital, llega a instalar la primera ferretería en el pueblo y sumado a la aparición de un extraño animal, se desatan raros sucesos que rompen con la aparente tranquilidad pueblerina afectando la vida de todos.
PERSONAJES
ALFONSINA: Muchacha de campo- 20 años.
IRMA: Abuela de Alfonsina- 65 años.
ALDO: Peón de campo- 20 años.
FACUNDO: Ferretero- 40 años.
Escena 1
Patio de una chacra de campo. Se ve la entrada de una casa humilde, árboles. Se escuchan ladridos de perros, cacareo de gallinas y pájaros silvestres. Irma sentada en una silla vieja, vestido oscuro por debajo de la rodilla, un delantal sucio, algo gastado y un pañuelo oscuro en la cabeza. Una desvencijada mesa de madera con algunos cacharros, un mate y una pava. Irma coloca alimento balanceado de un recipiente a una bolsa de tela vieja, cada tanto toma mate. Aldo, muchacho alto, delgado, fuerte, viste ropa de campo algo gastada y sucia, boina en la cabeza, alpargatas agujereadas y polvorientas, cinto de cuero con un rebenque enganchado y un cuchillo pequeño, juega con un palito rayando la tierra. Se escuchan cada tanto, cacareos y lejanos ladridos de perros.
IRMA: Aldo… ¡Aldo! ¿Escuchaste? ¿Los compraste o no los compraste?
ALDO: Doña… compre diez, como me dijo… Los tienen que traer nomás.
IRMA: ¡Te dije quince!!! ¿No ves que diez es poco?
ALDO: ¡Quince! Sí, entendió mal. ¡Dije que compre quince!
IRMA: (Resignada.) Abombado. ¿Los sacaste a todos?
ALDO: (Resopla.) ¡Si, Doña! ¡A todos! Menos a los conejos…
IRMA: ¿Qué esperas? Andás como pan que no se vende. ¿Les pusiste agua? (Aldo asiente.) No pueden quedarse sin agua… Sacálos ahora de la jaula chica y oréalos un rato en el jaulón. Hasta que te diga. ¿Lo limpiaste?
ALDO: (Niega fastidiado.) No, Doña. ¡No!
IRMA: ¿Qué esperás? ¡Dejá ese palito! ¿Querés? Tas dormido… Y hoy toca el cepillado. (Pausa.) ¿Tamos? No te olvides. Buscála a la Alfonsina, que debe estar en el gallinero.
ALDO: En el estanque está. Hace días que se levanta y lo primero que hace… Las truchas. Nunca estuvo tan atenta a esos bichos… IRMA: ¡Pero le dije que traiga los huevos! Ya van a venir delalmacén a buscarlos… Decíle que la llamo… Esta más rara esta chinita.
ALDO: No va a querer. Anda retobada. ¡Dígale Ud.! Con ella ya no emboco una.
IRMA: ¡Deja de contrariarme, che! ¡Hace lo que te mando!
Aldo sale.
IRMA: (Grita y ofrece el balanceado.) ¡Llevá pa los alevines! Cabeza de chorlito… Una le esta atrás… Es al cuete… Cuando no está en la cuadrera está criando sebo.
Entra Alfonsina, una muchacha de unos veinte años, en camisón de verano, con pelo suelto, despeinado, descalza y bastante mojada.
ALFONSINA: (Abrupta y agitada.) ¡Nana! ¡Nanina! El estanque…
IRMA: ¿Qué pasa? ¿Qué paso?
ALFONSINA: Algo… Un animal… Anoche… (Furiosa.) Se las comió…
IRMA: ¿Qué? ¿Qué se comió? ¿Qué animal?
ALFONSINA: Las truchas… (Agitada.) ¡Los adultos! ¡Los reproductores no!… Bueno… Creo…
IRMA: No puede ser.
Entra Aldo alterado. Sale Irma
ALDO: (Exaltado.) No, no… Que lo tiró…
ALFONSINA: Aldo, te dije anoche que si otra vez no dormías acá…
ALDO: Si vos me hicieras caso, yo no me iría a dormir a otro lado. ALFONSINA: ¡Como sea! ¡No le pusiste la tapa! ¡Te fuiste y no soltaste los perros!
ALDO: ¡Eso siempre lo haces vos! No me eches la culpa a mí. ALFONSINA: (Exaltada.) Pero te dije anoche… No sé qué te pasa… ¡Estas idiota! Si seguís así, estúpido…
ALDO: ¡Por tu culpa! Si tenías los ojos como el dos de oro. Sonámbula pensé… Y si sigo así… ¡Es por tu culpa!
ALFONSINA: ¡Bajó un puma!
ALDO: No creo. Los perros hubieran avisado. Imposible… Tu abuela está más sorda que una tapia. Pero vos… ¿No escuchaste nada?
ALFONSINA: Me pareció… Entre sueños… ¡Que lo re tiró! ¿Y las huellas? Se pierden en el sendero al monte, sonso. Un desastre… Los restos por todos lados… Casi dos años… a la basura… ¡Dios!
VOZ DE IRMA EN OFF: ¡Los conejos! ¡Ay! ¡Jesús querido! ¡Los conejos! (Grita.) ¡Aldo!
Aldo sale y entra enseguida trayendo a Irma del brazo. Alfonsina la trae del brazo y la sienta en la silla.
IRMA: (Entrecortada sin aliento.) Aire… ¡La jaula estaba abierta! Disparó… Pero lo voy a agarrar… Esto es un daño… No pude entrar… Sangre por todos lados… ¡Nos engualicharon! ¡Carajo! ALFONSINA: Tranquila, abuela…
IRMA: ¡Se comió nuestro tiempo! La puerta… Grande… ¡Abierta! Trae el aceite de ruda… Los perros… No… ¡Dios!
ALFONSINA: Tranquila. Le va a hacer mal.
ALDO: (A Alfonsina.) ¡Que me miras así! ¡La cerré, doña! Le juro por lo que más quiera que la cerré. Lo de los perros le toca a la Alfo… (Irma le tira una alpargata a Aldo.) Entendí, voy a ver si quedo algún conejo. (Aldo sale.)
ALFONSINA: ¿Está bien? Esta pálida. Traigo al doctor. IRMA: No. Que feroz esta negrura. Espiché. (Se desvanece.) ALFONSINA: ¡Abuela! ¡No! ¡Abuela!
Entra Aldo.
ALDO: Como en mi sueño… Uno que estiró la pata.
ALFONSINA: ¡No engualiches! ¡Ayudáme! (Sostienen a Irma, la sientan en la silla, la abanican. Canto de pájaros y ladridos lejanos, luego de unos segundos Irma se despierta e incorpora lentamente.)
IRMA: Dios se arrepintió…
ALDO: Como en mi sueño. Resucitó.
ALFONSINA: ¡Que susto abuela! ¿Está mejor? Encima este calor… ¿Por qué no se tira un rato en la galería que esta fresquita? La despierto para el almuerzo… Preparo algo.
Irma se levanta acompañada de Alfonsina, fuertes ladridos de perros y cacareo de gallinas. Sonido de un vehículo que estaciona.
ALDO: ¿Y ahora quién jode?
IRMA: Un rato nena… No me quiero abombar con este calor… Después hay que arreglar todo ese zafarrancho.
ALFONSINA: Lo hacemos con el Aldo, Ud. descanse. (Suena una bocina seguida de fuertes ladridos.) Fijáte… (Grita) ¡Atendé Aldo! ¡Los huevos! (Alfonsina e Irma salen. Golpes de manos.)
VOZ DE FACUNDO EN OFF: Buenos días…
ALDO: ¡Ah! ¡Buenas, amigo!
Entra Facundo, un hombre de unos cuarenta, de estatura mediana, robusto, con ropa de trabajo azul y un papel en la mano.
FACUNDO: Hola Aldo, te traje los fardos. ¿Los arrimo al galpón?
ALDO: ¿Usté? ¿Qué pasó? ¿Falto el gurí? Le dije… más inútil que teta ‘e monja… Siéntese acá, Don.
FACUNDO: Demasiado calor de golpe… ¿Todo bien?
ALDO: ¡Si! ¡Ta bueno! No lo voy a engatusar… No se sabe bien qué fue. Algo nos mató la mitad de las truchas y unos cuantos conejos… Casi estaban vendidos…
FACUNDO: ¿Acá también muerte y misterio?
ALDO: Si. La doña del susto, casi entrega el rosquete…
FACUNDO: ¿Qué?
ALDO: Que casi estira la pata…
FACUNDO: Vengo de Piedra del Indio y pasó algo parecido. Antenoche. El viejo Tala me dijo…
ALDO: No le hagas caso a mi tío… Viejo mamao. Hace rato le da al vicio y dice cada pavadas… Y a los de la ciudad les toma el pelo. FACUNDO: También me hablo de la chica y de su madre.
ALDO: Ud. es nuevo, algún día le voy a contar las historias que inventa… Algunas son como las de la cajita… No le de corte… Mi tío se volvió loco.
FACUNDO: ¿Y si esta vez tiene razón? Dijo que el andaba caminando a la tardecita, arreando unos animales, como de costumbre y vio que salía de la…
Entra Alfonsina.
FACUNDO: Cueva Profunda un…
ALDO: Alfo, el Sr es…
FACUNDO: Debe ser… Alfonsina. Buen día. Facundo, el ferretero. (Le extiende la mano, ella rechaza.) Nos vimos la otra noche cuando estaba trepada a mi árbol espiando… quiero decir… mirando para adentro de mi casa.
ALFONSINA: ¿Yo?
FACUNDO: Otro día yo estaba leyendo en voz alta. Acostumbro… en el patio y también… La vi subida al…
ALFONSINA: (Niega.) Esta mareado… (Pausa.) Para mí que lo agarró el golpe de calor…
FACUNDO: Sin embargo, estoy casi seguro…
ALFONSINA: El nuevo ferretero. Primero y único en el pueblo. Almacén de ramos generales tenemos, pero ferretería, no.
FACUNDO: Bueno, ahora sí, la “urbanización” le dicen.
ALFONSINA: Ya mi abuela me habló. Y no es bueno eso acá.
FACUNDO: Progresar es bueno en cualquier lado.
ALFONSINA: Acá no. Usted es el culpable de que Aldo este así.
ALDO: ¿Qué?
ALFONSINA: No se haga el sonso, Don. ¡Cómo un estúpido el Aldo con esa cajita! Anda distraído y por eso pasó lo que pasó. ¿Por qué no la mira solo y nos deja tranquilos a nosotros?
FACUNDO: No… Yo…
ALFONSINA: No andamos necesitando esas cosas. ¿Sabe? Lo que queremos es alguien que esté bien avispado para ayudarnos con todo el trabajo que hay acá… Como el Aldo que es mensual, porque acá… ¡Trabajamos! Y no como allá de donde viene “El Sr”. No hacen más que problemas y los traen con Uds. pegados en las verijas como los abrojos.
FACUNDO: La verdad es…
ALDO: (A Alfonsina.) ¡Deja de gruñir! (A Facundo.) Está nerviosa…
ALFONSINA: ¿Por qué se vino? ¿Eh? ¿Por qué no se quedó allá? Acá no necesitamos ninguna ferretería nueva nosotros. ¡Pero éste, cómo es un pavo! (A Aldo.) ¡Te enrieda fácil! ¡A mí no! Estábamos bien nosotros… ¡Acá no pasaba nada, muy tranquilo todo!
FACUNDO: (A Aldo.) Bueno, yo vine a dejarte el pedido… Lo bajo y me voy (A Alfonsina.) ¡Fiera!
ALFONSINA: Así dicen… Y Ud. es… un… un ¡Quasimodo!
ALDO: ¡Alfonsina!
ALFONSINA: Cerrá el pico, que por tu culpa estamos en este berenjenal. (Sale.)
FACUNDO: (A Aldo y molesto.) ¡Te lo bajo y me lo pagan en tres días! ¡No más!
VOZ DE ALFONSINA EN OFF: Dale la plata Aldo. Y no lo queremos ver más por acá.
ALDO: Un mal necesario, amigo. Que se le va hacer.
FACUNDO: ¿Siempre es así, agua de tanque?
ALDO: Desde hace un tiempo anda alteradita. No le haga caso. Voy a querer alambre y tejido para la puerta que rompió el bicho ese. Le pago después todo junto.
FACUNDO: La cuenta esta muy grande, Aldo. Y no puedo esperar más.
ALDO: Amigo… (Finge simpatía.) Ando flojo como culo de vieja. (Ríe falso.) ¡No se preocupe! Yo le pago todo junto. Ud. mosca.
FACUNDO: Te sumo esto. ¡Pero nada más! En tres días quiero el total.
ALDO: Si, tranquilo Don. Una semanita a más tardar.
FACUNDO: ¡Tres dije! ¡Ni un día más! ¡Ah! Y olvidáte de seguir mirando la “cajita”, no quiero problemas. (Sale.)
Apagón.
Escena 2
Patio de campo. Se escucha el gorjeo de palomas y agua caer del filtro del estanque de truchas. Alfonsina cepilla una piel de conejo. Ladridos y
relinchos a lo lejos. Un gruñido de perro y algunos gritos de pelea canina. Ruido de un vehículo que estaciona. Alfonsina camina rápido hacia la puerta de la casa.
VOZ DE FACUNDO EN OFF: ¡Ah! ¡Cucha!! ¡Sssshhuuuu! (Entra Facundo. Alfonsina casi en la puerta.) ¡Alfonsina! ¡Buenas! (Alfonsina se detiene en el umbral.)
ALFONSINA: (Con desdén.) ¿Qué?
FACUNDO: Vine a… hablar. (Se masajea el gemelo.) ALFONSINA: ¿Lo mordieron?
FACUNDO: No. (Quejoso.) ¡Ah! ¡Ssssss! ALFONSINA: Lástima. Diga. No tengo todo el día. FACUNDO: ¿Esta Doña Irma?
ALFONSINA: Está durmiendo la siesta.
FACUNDO: Bueno, aprovecho para dejarte… esto. (Le extiende un libro.)
ALFONSINA: ¿Qué? No, yo no le pedí.
FACUNDO: No, ya se… ¿El peón?
ALFONSINA: Qué chusma, Don. Aldo está con las ovas. Los huevos de las truchas.
FACUNDO: Tenía que venir hace cuatro días al negocio a…y no vino. Estuve acomodando algunas cajas de la mudanza. Es odiosa… ALFONSINA: (A la defensiva.) ¿Quién?
FACUNDO: La mudanza. Todavía tengo cajas de libros que quedaron allá.
ALFONSINA: Todo para decir que lee. (Curiosa.) ¿Y dónde están esas cajas? ¿En su casa de la ciudad?
FACUNDO: Si. Pero, la casa está en venta, así que las voy a traer más adelante. Acá casi no tengo tiempo. Esto de la ferretería es nuevo para mí.
ALFONSINA: ¿Y allá de qué vivía?
FACUNDO: De varias cosas. (Pausa.) Aldo siempre me habla de vos y me dijo que te gusta leer.
ALFONSINA: Siempre fue estómago resfriado.
FACUNDO: Qué no tenés muchos libros… dijo. (Pensativo.) Este es uno de los que me traje. Hace mucho lo leí. ¿Y vos lees?
ALFONSINA: (Dudosa.) Claro que leo, todo el tiempo leo. Leí… Más o menos… bue, algo leí. Un libro de la escuela leí, pero ya me olvide… El Jorobado…
FACUNDO: El Jorobado de Notre Dame… Ah, ahora sí. (Pausa.) ¿Antenoche eras vos, la que estabas subida en mí…?
ALFONSINA: Casi que me lo sé todito… como es el único… (Finge interés.) ¿Este de qué es? ¿Tiene dibujos?
FACUNDO: Anda, date a volar, hazte una abeja, en el jardín florecen amapolas,
y el néctar fino colma las corolas; Mañana el alma tuya estará vieja.
FACUNDO: ¿Le gusta?
Alfonsina hace gesto de desdén.
Corre, camina más, es poco aquello… Aún quedan cosas que tu mano anhela. Corre, camina, gira, sube y vuela: Gústalo todo porque todo es bello.
ALFONSINA: (Burla.) Todo no es bello. ¡Qué bobada! Le gusta darse aire de sabiondo… Qué… ¿Me va a decir que lo escribió Ud.?
FACUNDO: Decime de vos. (Señala la tapa del libro.)
ALFONSINA: Alfonsina Storni (Toma el libro, lo acaricia y lo huele.)
FACUNDO: Cómo si hubiera sabido que iba a conocer a una Alfonsina.
ALFONSINA: ¿Quién es esa señora?
FACUNDO: Una poetisa argentina. Una mujer, valiente… y triste.
ALFONSINA: Un valiente nunca es triste. Huele a encierro. ¡Una rosa seca! A ver… (Alfonsina lee.) Uno al azar… ¡Este!
Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás. ¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda es polvo por siempre y por siempre será!
ALFONSINA: Esto sí es triste.
FACUNDO: ¿Te gusta?
ALFONSINA: (Duda.) La rosa seca me gusto.
FACUNDO: (Pensativo.) A ella también le gustaban. ALFONSINA: ¿A quién?
FACUNDO: No importa. Te lo presto. Cuando lo termines me lo devolvés. Si no entendés, me podés preguntar.
ALFONSINA: Bueno, acá no hay mucha gente para preguntar de estas cosas… No tengo tiempo para leer. Tengo mucho que hacer.
FACUNDO: Lo dejo y después me contás. No hay apuro. La semana pasada, llegue en mal momento. Estaban todos nerviosos. Disculpame.
ALFONSINA: (Extrañada.) Nunca nadie me pidió disculpas. FACUNDO: Al final… ¿Se sabe que fue?
ALFONSINA: No. Nos turnamos con el Aldo para vigilar. A los perros los encerramos de noche porque tuvimos que trampear todo alrededor. Ni así… Ahora pasea, pero, no mata. Cómo si buscara algo.
FACUNDO: Si algún día necesitas ayuda. Me avisas. Vengo a vigilarla.
ALFONSINA: Vigilar… querrás decir…
FACUNDO: Algo debe desear.
ALFONSINA: ¿Quién?
FACUNDO: Digo… si merodea… algo debe querer.
ALFONSINA: ¡Ah! ¡Eso!… No se… Que se vaya pronto, porque no puedo dormir.
FACUNDO: Yo tampoco puedo dormir. (Pausa.)
ALFONSINA: ¿Por?
FACUNDO: Desde que me dijiste Quasimodo. (Se acerca con disimulo a Alfonsina.)
Entra Aldo.
Escena 3
FACUNDO: ¿Tan contrahecho te parezco?
ALDO: De cuerpo menguado es… (Grita.) ¡Alfonsina! ¡Nena!
ALFONSINA: ¡Que susto! ¿Estás loco?
ALDO: (Grita.) Dice tu abuela Irma que vayas a la pieza.
ALFONSINA: Pero si está descansando… vos venís de afuera…
ALDO: No sé. Pero, muy enculada esta la Doña. ¡Escuchá los gritos! ¡No la hagás renegar! ¡Andá!
ALFONSINA: Yo no escucho nada.
ALDO: (Grita.) No sé. Anda a ver. Que gusto de hacerla enojar… Yo que vos voy ligerito. Porque se puede poner peliaguda la cosa.
ALFONSINA: Bueno vamos, acompañáme, ¡Vamos! ¡Dale! (Se interpone y lo empuja.)
ALDO: ¡Encarador como caballo tuerto! Ya le adivino el ademán… ¡Lejos! ¡Bien lejos! (Aldo hace señas de corte de cabeza a Facundo.)
ALFONSINA: ¡Vamos Aldo! ¿Qué te pasa?
ALDO: Agua que no has de beber… ¡Viejo catingudo!
FACUNDO: ¡Te dije tres días! ¡Y ni apareciste! ¡Chorro!
ALFONSINA: ¿Chorro? (Alfonsina se interpone. Aldo le tira una trompada errática a Facundo.) ¡Basta Aldo! ¡Vamos!
FACUNDO: ¡Solucionálo o hablo! ¡Tres días! ¿Escuchaste? ¡Tres! (Sale.)
ALDO: Se cago como vaca en viaje.
Entra Irma.
Escena 4
IRMA: ¿Por qué gritabas como marrano? Estoy sorda pero no es para tanto… ¿Retiraron los huevos?
ALDO: No Doña. Los tengo yo.
IRMA: ¿Quién se va?
ALFONSINA: Nadie abuela. (Cómplice.) Un perdido. ¿Descansó bien?
IRMA: Si, m ́ija. Aldo, tenés que traer la jaula que mande a hacer para el león.
ALFONSINA: No es un león abuela.
ALDO: Debe ser un gato pajero…
ALFONSINA: No, si el pajonal ya está reseco… con este calor…Y esas huellas no son de gato.
IRMA: Vamos a ver dijo un ciego. La jaula está en el galpón. Después llevala al lado del estanque… De esta noche no pasa. Vos nena, enganchále unos pedazos de carne roja.
ALFONSINA: Le gusta más el pescado.
IRMA: Bueno, que sea una trucha entonces. Encierren a los perros. Como que me llamo Irma Norma Ceballos, hoy ese animal va a ser cazado y san se acabó. Poné la pava para unos verdes, Aldo. (Sale.)
Apagón
Escena 5
Aldo y Alfonsina toman mate en el patio de la chacra. Alfonsina lee un libro.
ALFONSINA: Esta helado…
ALDO: Lo caliento…
ALFONSINA: No. No quiero.
ALDO: ¿Vamos a pescar?
ALFONSINA: No, ahora no.
ALDO: Es casi la hora del pique.
ALFONSINA: No tengo ganas.
ALDO: Desde hace un tiempo nunca tenés ganas… ¡Si te gustaba! ALFONSINA: ¡Aba! ¡Gus-ta-ba!
ALDO: ¡Dale! Vos preparas la maza con ajo y yo el maíz remojado en vainilla ¡Cómo antes!
ALFONSINA: No.
ALDO: ¡Andas más rara!
ALFONSINA: ¡Dejáme leer!
ALDO: No dormís, todo el día meta leer las porquerías del ferretero. ¿Hasta cuándo? ¡Tonta! Te vi en la letrina del fondo leyendo. No eras así.
ALFONSINA: ¡Sssshh!! Ahora te volviste hablador.
ALDO: Un día te vas a volver a caer al pozo y esta vez no te voy a sacar ¿Eh?
ALFONSINA: Eso pasó hace tanto… ¿Qué decis? Vos deberías leer.
ALDO: No necesito… Tas picando muy alto.
ALFONSINA: ¿No tenés nada que hacer?
ALDO: Te vas a caer de jeta al piso… y no te voy ayudar otra vez. ALFONSINA: Bodoque.
ALDO: Ya vas a venir con el caballo cagado…
ALFONSINA: A tu pozo, no.
ALDO: Se te soltó la rienda a vos…
ALFONSINA: Burro.
ALDO: Mula.
ALFONSINA: Tronco.
ALDO: Porfiada.
ALFONSINA: ¡Guacho! (Pausa.)
ALDO: (Enojado.) ¡No me digas así! No me gusta. ¡Ya sabés! ALFONSINA: Si no, no la terminas más…
ALDO: Justo vos… (Pausa y molesto.) ¿Las pieles ya están? Hoy vienen…
ALFONSINA: Después. (Pausa.) ¿Te enojaste? (Lo acaricia y besa en la mejilla.) Vení, mi cursientito… masajeame acá… Escucha (Lee. Aldo se para detrás de Alfonsina, le masajea cuello y hombros, de mala gana.)
Vamos hacia los árboles…el sueño se hará en nosotros por virtud celeste. Vamos hacia los árboles; la noche. Nos será blanda, la tristeza leve.
ALDO: ¿Y lo entendés?
ALFONSINA: No mucho, pero, es bonito…
ALDO: (Burlón.) ¡Ah! ¡Mirála a ella! “Bonito”. Ahora hablas como una boba. ¡Hablá bien! “Bonito”. Esto es bonito. (La apoya en la espalda.)
ALFONSINA: Tas alzado, salí…
ALDO: Si. Y ya sería hora.
ALFONSINA: ¡Ay, me duele! Despacio… Sos bruto.
ALDO: Te voy a sacar una foto para prenderte una vela (Ríe. Le mete las manos por debajo de la ropa, una mano se la acerca a un pecho.) ALFONSINA: ¿Qué sabes vos?
ALDO: Yo sé…Vos nunca…
ALFONSINA: Callate querés… Va a venir la abuela.
ALDO: Esta ordeñando a la Rezagada y tarda… Sabés… (Aldo pone las dos manos en los pechos.)
ALFONSINA: ¡Sssh!
Vamos hacia los árboles,
el alma adormecida de perfume agreste. Pero calla, no hables, sé piadoso; No despiertes los pájaros que duermen.
ALDO: (Romántico.) ¿Te acordás cuando nos subimos a la roca del río? Era para ver las golondrinas que pasaban rasantes sobre el agua.
ALFONSINA: No.
ALDO: Después no podíamos bajar… y además estábamos desnudos.
ALFONSINA: (Susurrando.) Casi desnudos… ¡Vos no me dejabas bajar!
ALDO: ¡Ah! ¡Ves que te acordás!
ALFONSINA: No, no me acuerdo.
ALDO: (Meloso.) Anoche soñé que nos casábamos. (Alfonsina se aparta un poco, se acomoda la ropa.)
ALFONSINA: Que de pavadeces… No me voy a casar nunca, ya te dije.
ALDO: Vos porque le haces caso a la vieja… Ella no me quiere… ¿Por qué? No sé…Será porque soy peón nomás… Yo no te voy a hacer eso feo que vos pensás, chinita mía. (La quiere besar, ella se aparta.) ¡No iba a ser la primera vez! ¿Quién te entiende?
ALFONSINA: ¿Qué decís?
ALDO: Acordáte. Vos habías cumplido los once un día antes y yo tenía doce años con ocho días, reciencito cumplidos. Ese día te di mi regalo.
ALFONSINA: No me acuerdo. Aturdís ahora. No hables más. ALDO: En el sulky estábamos, te ibas a casar conmigo. Prometiste. Dame un dulce para la espera…
ALFONSINA: Era una promesa de gurises.
Entra Irma.
Escena 6
ALFONSINA: ¡Eso ya paso! ¡Mejor dejame! (Sale.)
IRMA: No es para todos la bota de potro.
ALDO: Peor es quedarse con las ganas.
IRMA: ¿Qué dijiste? ¡Yo te voy a enseñar mocoso de porquería! ALDO: La Alfo es para mí. Yo lo sé Doña, desde siempre. Yo la miro y sé que ella es para mí. Lo siento acá. ¿Sabe cómo es eso? ¡Qué va a saber Ud.!
IRMA: ¡Te pensás que nací vieja!
ALDO: ¡Ah! Mírenla a la señora… Se hace la que entiende.
IRMA: Cerrá el pico, atrevido…
ALDO: Para entender lo que se siente, tiene que haberlo vivido. Le tiene que doler acá y acá. Por todos lados. Todo le tiene que doler. IRMA: Y cómo duele.
ALDO: No duermo de noche Doña… ¡Ni de día! ¡No duermo! No me pasa la comida.
IRMA: Los sentimientos no son animales que se arrean. Más bien son truenos o relámpagos. Te estacan en el patio a la primera de cambio. Mejor esquivarlos.
ALDO: Ya me estacó, estoy estacado, estacadísimo. ¡Hecho bosta! Hecho mierda en el patio, estoy… No puedo.
IRMA: No importa, ya te dije, no te ilusiones al cuete. Si te veo que la seguís molestando, te mando para las casas de tu tío y listo. ALDO: Me contó mi tío, todo me conto mi tío. De Ud., de él, de mi tía me habló, de la hija Paulina.
IRMA: ¡Basta Aldo Taborda! ¡Carajo!
ALDO: Pero Doña… Allá no puedo estar. Sabe que no congeniamos… Si no me manda con él, yo me callo.
IRMA: Si le llegas a decir algo a mi nieta de esas historietas que cuenta ese borracho. ¡Te capo! ¿Me sentiste? ¡Te las corto!
ALDO: ¡Que amenaza! Además, no se va quedar para vestir santos la Alfo… (Susurrando.) Encima se puso más hermosa que…
IRMA: Pero no tanto como la de las casitas. ¿Mmm? ¡Asqueroso! Te crees que no sé…
ALDO: Es mentira eso, Doña.
IRMA: Mentiras son las de tu tío. No lo niegues, querés.
ALDO: ¿Qué quiere? No soy de palo.
IRMA: ¿Con esa pudrición que debes tener encima, la pretendes? Perjurame que no le vas a decir nada. Te capo al ras. ¿Entendiste? ALDO: (Enojado.) ¡Bueno! ¿Por qué no deja que nadie se le acerque? ¡Ud. le da malos consejos! Yo la quiero bien. A veces ella es áspera, pero, no lastima…
IRMA: ¿Si? ¿Y qué le vas a dar? Vagancia… Si no fuera que tu tío me pidió que te de trabajo… Ya hace rato…
ALDO: Por lo que paga…
IRMA: ¿Qué decís ingrato? Si fuera por mí… Ya no hay buena peonada… los más mozos agarran los libros y se van para la ciudad… y los que quedan le huyen al trabajo… Hombres eran los de antes…
ALDO: Cómo el Tala…
IRMA: ¡Basta! ¡Me haces levantar polvareda!
ALDO: Si me levanta la mano, le bato todo a la Alfonsina y después relajáte Catalina.
IRMA: ¡Quiero paz! ¡Dios mío, dame paz, por lo que más quieras! ALDO: Una vez me dijo que nunca va a tener novio porque no quiere que le pase lo que le paso a la madre. (Duda.) ¿Es verdad lo que me contó mi tío Tala de la Paulina?
IRMA: Menos pregunta Dios y perdona.
ALDO: Dice que antes de morirse se lo va a decir a la Alfo. Y que no le queda mucho.
IRMA: Ideas del chupi… burbujas nomás. ¡Aire Aldo! (Los perros ladran fuerte.) ¿Y ahora quién? Voy a ver. Mejor, pone la pava para unos verdes, querés… (Sale.)
ALDO: Póngala Ud. (Aldo mira quien viene.) Enseguida doña, unos verdes bien calientitos para la Doña. (Aldo toma la pava, susurra.) Vieja zorra. (Sale rápidamente por la puerta de la casa.)
Escena 7
Entran Facundo e Irma.
FACUNDO: Disculpe la molestia señora. Necesito hablar con Ud. IRMA: ¿Qué quiere hablar “Señor”? Nada tenemos que hablar. Así que mejor que se vaya volviendo para su bolichito.
Se escucha el disparo de una escopeta. Ladran perros, cacareo de gallinas. Relinchos de caballo. Entra Aldo con una escopeta en la mano.
IRMA: ¿Qué fue?
ALDO: Allá… me pareció ver algo… cerca del horno. (A Facundo.) ¡Venga…vamos!
FACUNDO: ¿Siempre disparas por la ventana vos? ¿Estás loco, che? ALDO: ¡Apure! ¡Y deje de alcahuetear! (Lo apunta a Facundo.) ¡Vamooo! ¿O tiene julepe?
Facundo sale, Aldo sale.
IRMA: Seguro que es ese bicho. ¡Tené cuidado! Rematálo Aldo… (Para sí.) Vino a romper la paz ese demonio…. Estábamos tranquilos. Estoy tan cansada. Quisiera acostarme a dormir y no levantarme más. Tanto movimiento, tanto desorden, este caos me tiene intranquila. Me hace acordar esas épocas que mejor olvidar. Dios mío escucha mis plegarias. Sos el único que entiende mis pesares, mis acciones. ¡Perdón! Lo que hice era lo que debía hacer. Vos me guiaste, siempre! Me estarás enviando pruebas. Seguro que son pruebas. ¡Me querrás llevar con vos! ¿Es eso? ¡Perdón! Pido perdón. Solo quiero terminar de criar a Alfonsinita. Que no viva lo que tuve que vivir yo. Quiero que sea feliz. Nada más te pido.
Entra Alfonsina.
Escena 8
ALFONSINA: (Exaltada.) Lo vi. Abue… Lo vi. Estaba atrás del estanque… es… ¡Enorme!
IRMA: ¿Qué es? ¿Gato montés, nomás? ¡Puma entonces! ALFONSINA: ¡No!
Se escucha otro disparo de escopeta. Irma abraza a Alfonsina, sobresaltada. Se escucha una especie de gruñido fuerte. Ladran los perros.
ALFONSINA: ¡No sé qué es! Es enorme y con manchas.
IRMA: ¡Vamos adentro! Rápido, el Aldo esta desbocado (Se abrazan. Entra Aldo agitado.)
ALDO: ¡Que lo re tiró. ¡Mierda! ¡El farol! Ya casi no hay luz. ALFONSINA: ¿Y?
ALDO: Le tiré, en la primera le di, se abombo enseguida. Se pudo subir al árbol y se cayó, en la caída dio la cabeza con el aparejo… Quedo medio lelo.
IRMA: ¿Lo mataste?
ALDO: Apunté al cuello con otro dardo. Pa puntería no hay quien me gane. ¡No sé cómo lo metí en la jaula! Casi que no entra. Facundo estaba re cagado.
IRMA: ¡Hay que matarlo! ¡No dormirlo!
ALDO: Mejor que no.
IRMA: ¿Qué esperas? ¿Que nos mate a todos?
ALDO: Nunca vi algo igual por acá. (Sale.)
ALFONSINA: Voy a ver…
IRMA: No, quédate acá.
Escena 9
Entra Facundo con la camisa rasgada.
FACUNDO: ¡Aaaah! La que lo re mil pario. Hijo de mil p… ALFONSINA: A ver, vení. (Alfonsina le saca la camisa.) IRMA: ¿Qué animal es?
FACUNDO: No sé bien. Parece… un gato ¡Ay! ¡Despacio! Pero es demasiado grande. No se… No se veía bien… Esos ojos… Da miedo y a la vez… (Pausa.) Una mirada… como la tuya.
ALFONSINA: Lo voy a ver. (Sale.)
IRMA: Ella siempre fue de vista fuerte. Bueno, menos mal… un problema menos. Ahora el toque de gracia se lo doy yo. Voy a buscar la escopeta del viejo.
FACUNDO: Espere Irma. Tengo que volver al negocio. Vine a hablar con Ud.
IRMA: ¿Ahora tiene que ser? ¿De qué?
FACUNDO: De la deuda que Ud. tiene conmigo.
IRMA: ¿Endeudada? ¿Yo? ¿Desde cuándo que no me entero?
FACUNDO: Si, señora. Su empleado me pidió que le fie. Dijo que me iba a dar todo junto y por eso lo deje sacar, pero la cuenta ya es muy grande.
IRMA: ¡Ajá! A mí no me gusta deber…
Entra Aldo.
Escena 10
IRMA: ¡Yo siempre le he dado el dinero!
Aldo se refriega los ojos y grita exageradamente.
ALDO: (Exagerado) ¡Ah! ¡Ah! Me rasguñó la cara. ¡El ojo! ¡El ojo! ¡Me lo meó! ¡O me lo arranco! ¡No veo nada! ¡Quede ciego!
FACUNDO: ¿En qué momento?
ALDO: Cuando lo metí yo solo a la jaula, porque Ud. hizo un arrugue, Don.
FACUNDO: Si estaba casi dormido el bicho…
IRMA: ¡A ver! ¡Saca la mano! ¡Dale! ¡Saca te digo!
ALDO: ¡No! ¡No puedo abrirlo! ¡Me arde mucho! ¡Aah! ¡Me lo arranco! ¡Quedé tuerto! ¡Lleváme al dispensario!
IRMA: Pero dejáme ver…
FACUNDO: Echémosle agua.
ALDO: ¡No! ¡Si me saco la mano se me cae! ¡Capaz que ya se me cayó! Ahí! (Señala el piso.) ¿Qué es? Es mi ojo? ¡Ahí! ¡Eso! ¡Lléveme Facundo! ¡Soy ciego!
IRMA: ¡Aldo Taborda! ¡No te hagas el chancho rengo! Que no nací ayer… ¡Sacá la mano te digo!
ALDO: ¡No, Doña! Vaya a verlo… Es como un gato grande, moteado, demasiado grande. Parece un… ¡Ah! ¡Arde que lo re p…! ¡Lléveme Don Facu, no puedo ir solo, no puedo abrir los ojos! IRMA: Más te vale que vuelvas tuerto. Porque si no, la que te va arrancar los ojos soy yo. Llévelo que lo vea Moreno. El dirá si hay que llevarlo al dispensario.
FACUNDO: No sé dónde queda.
ALDO: Te digo yo… (Simula.) ¡Veo la mitad pero veo! ¡Ah! ¡Cómo me duele!
IRMA: ¡Dios me libre! Todo junto. Ya hablaremos de eso. (Salen Facundo y Aldo.) ¡Hágase ver la herida Ud.! A ver si hay que pagarlo por bueno. Endeudada yo… cartón lleno… Ahora la escopeta. Loprimero es lo primero.
Entra Alfonsina
ALFONSINA: Es un… leopardo. Una hembra leopardo. IRMA: Imposible, por estos pagos. Será de un circo. ALFONSINA: No abuela, esta viene de otro lado.
Apagón
Escena 11
Irma en el patio con un farol que apenas alumbra y una escopeta doble caño en la mano.
IRMA: ¿Cómo que la suelta? ¿Desde cuándo?
VOZ DE ALDO EN OFF: No sé.
IRMA: ¿Y por qué hace eso?
VOZ DE ALDO EN OFF ¡No sé! Dice que la jaula es chica. IRMA: ¡Aldo! ¡Vení para acá!
Entra Aldo.
ALDO: ¡No sé, Doña! Me canse, me voy a ir a lo de mi tío.
IRMA: Acá todavía mando yo. Cuando me muera que haga lo que quiera con esto. Exijo obediencia. Ese animal no puede andar suelto. ¿Me oís?
ALDO: Si, doña. Es ella la que la suelta.
IRMA: Cuando menos lo espere se va seguir comiendo nuestro trabajo. Ni de noche la quiero suelta. La quiero muerta. ¡Habráse visto!
ALDO: Si, si…. Dice que ese animal algo le quiere decir… que vino por ella… a liberarla.
IRMA: No la veo encerrada a mi nieta.
ALDO: Y bueno, ahí la tiene, no le digo… ¡Hasta le da de comer en la boca, Doña!… Para que no mate. ¡Está loca!
IRMA: Te has vuelto mentiroso. ¿Crees que soy tonta?
ALDO: Se lo juro por lo que más quiera. Dice que ya aviso, para que la vengan a buscar.
IRMA: Debe ser mentira también… porque nadie viene. Ella no era así. Terminemos con esto (Irma pone la bala en la recámara.)
ALDO: Mañana Doña. Yo también quiero que se la lleven o la maten. La Alfo está cada vez peor desde que esa bicha llego… Hace y dice cosas que antes… Viera Ud. como se miran a los ojos. La bicha entra a la jaula cuando ella la mira fuerte… Yo las he visto… Parecen una. Las dos subidas al árbol, como esperando algo…
IRMA: ¿Dónde está esa chinita?
ALDO: ¿No le digo? Debe estar subida al ombú… ahora se le da por subirse y dormir ahí… o en el techo del galpón.
IRMA: Esto se está poniendo fiero. ¡Anda a buscarla!
Aldo sale.
IRMA: (Grita) Que la encierre, ya. Mañana veremos. Tráela a mi
pieza de las crines, si no quiere venir… ¡Me va a escuchar!
Apagón
Escena 12
Un rato después… Tenue luz de luna, se escuchan grillos, un búho canta. Entra Alfonsina totalmente en trance, tiene un cencerro, sangre en la boca, cara, manos y vestido.
ALFONSINA:mSeñor, mi queja es ésta, Tú me comprenderás; De amor me estoy muriendo, Pero no puedo amar.
Persigo lo perfecto, En mí y en los demás, Persigo lo perfecto Para poder amar.
Me consumo en mi fuego, ¡Señor, piedad, piedad! De amor me estoy muriendo, ¡Pero no puedo amar!
Toca el cencerro. Entra Aldo con la camisa abierta, despeinado y con pequeñas pajas pegadas en el pelo y la ropa, con la cara roja a la altura de la boca, mejilla y orejas, se cierra la camisa con dificultad. Esta descalzo y con las alpargatas en la mano.
ALDO: ¿Estás loca? Hay que matar a esa… gata, o lo que sea… Mira como me dejaste.
ALFONSINA: (Hace sonar el cencerro.)
La luna ha movido
sus dos labios de plata. La luna me ha dicho
las tres viejas palabras: «Muerte, amor y misterio…»
¡Mis carnes se acaban! Sobre las carnes muertas alma mía se enarca.
Alma —gato nocturno— sobre la luna salta.
Va por los cielos largos, triste y acurrucada. Va por los cielos largos,
sobre la luna blanca.
(Toca el cencerro.)
ALFONSINA: Ahí viene… está llegando. Tengo que irme. (Sale.) ALDO: ¿A dónde vas? ¿Quién viene, che? ¡Encerrála! ¡Mañana la abuela la va a matar! No podemos seguir así. Me voy a pelar el chancho ese, antes de que se enfríe.
Escena 13
Entra Irma en camisón y un farol encendido.
IRMA: ¿Quién anda con el cencerro a estas horas?
ALDO: No… No sé.
IRMA: Te dije que la trajeras.
ALDO: (Cubriéndose.) Se fue a encerrar a la bicha, creo. Me voy a bañar.
IRMA: ¿Qué tenés en la cara?
ALDO: Nada…
IRMA: ¿Cómo nada? A ver… (Le abre un poco la camisa.) ¿Pero qué te paso?
ALDO: Nada… fui al establo… a ver si… y…
IRMA: ¡Qué? ¿Qué paso?
Irma le abre más la camisa.
ALDO: ¡No! ¡No doña!
IRMA: ¿Estas marcas? ¿Estos dedos?
ALDO: No… No es nada.
IRMA: ¿Decime que paso? ¿Te lastimo a vos ahora? ¡Hablá Aldo! ALDO: (Duda.) Fue ella.
IRMA: ¿Quién? ¿Decí?
ALDO: Su nieta.
IRMA: ¿Ella te hizo esto? ¿Te lastimó?
ALDO: No, no me lastimo, la sangre es del chancho, no es mi sangre.
IRMA: ¿Entonces al final lo mataste vos?
ALDO: No, yo no. Fue…
IRMA: ¿Quién?
ALDO: ¡Ellas fueron!
IRMA: No puede ser.
ALDO: El animal la ayudo. La fiera ésa tenia al chancho arrinconado agarrado con la boca en el cuello…y ella… no parecía su nieta… lo mato con un martillazo en la frente y después le clavó el cuchillo… como si lo hiciera todos los días… Fiero… Muy fiero de ver.
IRMA: ¿Alfonsina lo mató?
ALDO: Después se embadurno con la sangre caliente. Gritaba como loca… decía cosas…
IRMA: ¿Qué cosas? ¡Hablá!
ALDO: Cosas… que la sangre tenía que volver a la tierra y otras cosas… No… No me acuerdo bien.
IRMA: ¿Qué? ¡Decí!
ALDO: Eh… Algo con el deseo… el… El deseo…. nace…. en la boca… ¡El deseo nace en la boca! Estaba endiablada. Después… me besó, me llevo para… la bicha esa nos miraba desde el entretecho…Solo los ojos brillaban… y… ella me…. estaba muy…
IRMA: ¿Qué? ¿Muy qué? ¿Decí?
ALDO: Perdón Doña… Muy caliente… Seguía diciendo las cosas raras del libro ese… La bicha nos miraba… yo no podía con ella mirando… la frené que si no, me hubiera entregado la flor…
IRMA: ¡Dios me libre!
ALDO: La culpa es del ferretero… ¡No es de ella! Él la está endiablando.
IRMA: ¿El Facundo?
ALDO: Desde que ese tipo vino al pueblo ella enloqueció… ¡Lo espiaba! Se trepaba a cualquier lado para verlo… después apareció ese animal de la nada… Es culpa del Facundo, sí y esas estupideces que le salen de la boca… ¡No hay que leer!
IRMA: Esto se desmadró.
ALDO: ¡No hay que leer nada! Para problemas… Nosotros estábamos bien antes de todo esto… ¡Muy tranquilos! Y ahora encima se fue… Una boca de lobo, sola. Yo la llevaría de mi tío para que la exorcice…
IRMA: Mañana mismo la llevo del Tala.
ALDO: ¿Ud. va a ir? Hace años que no pisa…
IRMA: Si no, me va matar de un disgusto esta chica. Anda a buscarla Aldo, tráela rápido.
Apagón
Escena 14
Aldo, Irma y Facundo en el patio de la chacra, todos con la mirada al horizonte y como hablando para sí.
ALDO: Estábamos todos… Todo el pueblo estaba, menos Doña Irma…
IRMA: No me gustan las fiestas.
FACUNDO: Hasta el viejo Tala estaba…
ALDO: Más mamao que una cuba el tío… No paraba de preguntar por la Alfonsina…
FACUNDO: Dijo que hoy era el día.
IRMA: En el rancho unos pastelitos esperaban a la niña.
FACUNDO: Que manera de llegar.
ALDO: Ultimas invitadas de lujo.
FACUNDO: Varios la estábamos esperando… Fue algo…
ALDO: Algo… que no pasó.
FACUNDO: Increíble, diría yo…
ALDO: Después de bañarme, a pedido de Irma la busque por todos lados y nada… Me quise ir a dormir como la gente… pero daba vueltas y ni un ojo pude pegar. Todo el día pensando en ella. Todos los días desde que la conozco pensando en ella.
IRMA: No me desparrames las cosas. Al grano.
ALDO: La Alfo bailando… rozándome apenas… como esas mujeres de la tele. ¡Hermosa! Así. Grabada acá… Me acerco y le acaricio el pelo… Ella se ríe… Le huelo el pelo y ella ríe… Con cualquier cosa que le digo ríe. Cómo antes. (Se señala la frente.) Aquí.
FACUNDO: Al levantarme y acostarme… al abrir la caja para buscar un vuelto… Al apagar la luz de noche… como una foto sonriente. (Se señala la frente.) Aquí.
ALDO: De camino al arroyo… o a la vuelta… al dar de comer a las animales… cuando me tiro a nadar en el río… ella siempre riendo, a veces seria, o triste. Aquí.
FACUNDO: Ella borrando con su presencia un pasado indecible. Aquí.
ALDO: Primera noche que quise arrancarme los ojos y no verla.
FACUNDO: La primera imagen suya, estaba allá arriba, en el árbol, espiándome… Un resplandor.
IRMA: Mal arriada como la madre.
ALDO: Estaba todo encaminado (Suena música alegre, ambos bailan.) Chamamé, cumbia sonaban, los picos húmedos… todos los puesteros… los sogueros… alambreadores… toda mi gente… junta, meta chupi y risa… baile… (Aldo y Facundo bailan.) Se levantó una ventolina y se cortó la luz… (Aldo empuja a Facundo.) Entonces éste, con el pedalín que arrastra… no tuvo mejor idea que subirse a las tablas…
FACUNDO: (Estirándose la ropa.)
Golpéame, dolor! Tu ala de cuervo bate sobre mi frente y la azucena de mi alma estremece, que más buena me sentiré bajo tu golpe acerbo.
ALDO: Y ahí voló la silla directa a su cabeza. (Facundo esquiva.) No se la partió porque Dios es grande. El muy estúpido decía que era para hacer tiempo… hasta que volviera la electricidad… y que si ella llegaba lo iba a ver en el escenario…
FACUNDO: … como un actor importante (Ríe.)
Derrámate en mi ser,
ponte en mi verbo,
dilúyete en el cauce de mi vena
y arrástrame impasible a la condena de atarme a tu cadalso como un siervo.
ALDO: Ahí voló la botella… que le dio de refilón. (Se señala la frente.) ¡Aquí!
FACUNDO: Gente bruta que no sabe apreciar. Tierra por todos lados, no se veía nada… de repente se calmó un poco… y ahí llegó…
Escena 15
Entra Alfonsina desnuda en actitud felina.
ALDO: Estaba montada sobre el animal.
IRMA: (Se persigna.) Dios me ampare.
FACUNDO: Estaba sola.
ALDO: Desnuda, solo el pelo le tapaba un poco los pechos.
IRMA: ¡Borrachos!
ALDO: Si, pero igual la vi… yo la vi…
FACUNDO: Tenía los ojos enrojecidos y una voz enrarecida. Casi desnuda y estaba sola.
ALDO: Algunos las vieron a las dos y por eso salieron espantados… FACUNDO: La iluminaba la luna. Se subió a la tabla con nosotros. ALDO: Las dos se subieron. Mi tío que la esperaba salió de atrás de un árbol y empezó a gritarle.
IRMA: Como una cuba…
FACUNDO: ¡Tu tesoro está en la profundidad! ¡Buscálo en lo profundo y oscuro Alfonsina!
ALDO: La leopardo se abalanzó sobre mi tío y lo tiro al piso. Pobre viejo.
FACUNDO: El viejo se cayó solo, no sabemos qué paso con él, se lo llevaron delirando.
ALDO: La bicha se vino al lado de la Alfo y el viejo, mientras se lo llevaban, vociferaba como loco…
FACUNDO: ¡En lo profundo! ¡Busca en lo profundo niña! ¡Tú verdad en lo profundo! Los únicos valientes que rompieron el silencio fueron los grillos y las ranas.
ALDO: Lo que vino después me termino de emborrachar… ALFONSINA:
Alfonsina besa en la boca a Facundo.
Alfonsina besa en la boca a Aldo.
ALDO: La gente se había desparramado como alma que lleva el diablo.
FACUNDO: El viento era caliente y suave…
Fiero amor: soy pequeña como un copo de nieve,
fiero amor: soy pequeña como un pájaro breve,
triste como el gemido de un niño moribundo,
fiero amor, no hallarías mejor presa en el mundo.
Ninguna moriría más ligero en tus garras,
ninguna moriría más pronto en tus amarras.
Alumbra, sol naciente… Naturaleza, crece:
sobre la vida oscura la muerte resplandece.
Alfonsina lame y besa a Facundo.
FACUNDO: Me besaba y lamia la herida del botellazo… ardor y placer, unidos.
ALDO: En mi cuello. (Alfonsina desnuda a Aldo.) En la cara, en el pecho… lamía y besaba… lamía como un gato…
IRMA: ¡Se regaló! ¡Delante de todo el pueblo! ALDO: De todo, no. El Tala no estaba.
Alfonsina acuesta a Facundo en el piso y le saca toda la ropa
FACUNDO: Pensé que era un sueño más… La luz de la luna llena le brillaba en los ojos.
Alfonsina le saca la ropa a Aldo y le besa el pecho, la cara.
ALDO: Y no la pude frenar… Era virgen. ¡Perdón Doña!
FACUNDO: No era virgen.
FACUNDO Y ALDO: (Unísono.) ¡Yo fui el primero! IRMA: ¡No se hable más! ¡Qué vergüenza Dios mío!
FACUNDO: Algunos reían…
ALDO: Todos reían…
IRMA: ¡Basta! ¡Lleváme ahora, Señor!
FACUNDO: No resistí.
ALDO: Ganó el ansia y rompí la espera.
FACUNDO: Cuando todo termino. Se fue.
ALDO: Se subió al gato gigante y se fueron.
IRMA: ¡Otra vergüenza más sobre mi cabeza! Este cimbrón no lo aguanto. ¡Lleváme por favor! ¡Ahora sí, por favor, Dios mío, llévame! ¡Trágame tierra!
Apagón
Escena 16
Aldo está sentado en el piso afilando un cuchillo pequeño sobre una piedra cuadrada. Entra Alfonsina algo mojada y sucia de barro la ropa y la piel, con un cofre en la mano, es marrón con cierres metálicos y está bastante sucio de tierra.
ALDO: ¡Alfo! ¿Qué te paso? ¿De dónde venís? Ya no sabíamos dónde buscarte… ¿Tas loca irte tanto tiempo? ¡Y volver así! ¿Dónde estuviste? ¿Querés matar a tu abuela del disgusto?
ALFONSINA: (Enigmática.) Estuve con el animal.
ALDO: ¿Con eso?
ALFONSINA: Es una leopardo y me llevó a un lugar. Las palabras del Tala me retumbaban en la cabeza… Busca en la profundidad… en lo oscuro y profundo.
ALDO: Lo que paso esa noche… en la fiesta. Yo… quería…
ALFONSINA: Caminaba lento y cada tanto ella se daba vuelta para mirarme, me pedía que la siguiera… Se perdió en el camino del monte. Si la hubieras visto… gatito moteado parecía. La seguí, pero la perdí de vista. Tan rápida… Si la hubieras visto, parecía una liebre. Seguí como pude, casi sin fuerzas, me tire al suelo, me apoye en una piedra, estaba muy oscuro, no sé cómo la volví a encontrar… Y ahí la vi, parada allá en lo alto, esperándome. ¡Brillaba hermosa! Si la hubieras visto… parecía una leona. Empecé a correrla con desesperación y me caí en la ciénaga. Grite y grité tanto que pensé que iba a explotar, me hundía en esa soledad. Entonces, ella me tiro una rama que trajo con su boca… Sí. La leopardo, una rama tan grande que era imposible lo que estaba viendo… Si la hubieras visto… se parecía a mi madre.
ALDO: Alfo… se te reseco el cerebro. ¿Qué decís?
ALFONSINA: Me agarre de esa rama fuerte, estaba tan cansada… no podía ni respirar. Ella me dijo…
ALDO: Lo que faltaba.
ALFONSINA: Dijo con los ojos… quería que la siguiera… yo hubiera vuelto a la casa pero esos ojos… Algo querían decir… y dijeron…. Con todas mis fuerzas salí de ese agujero negro en el que había caído. Era tan poderosa su presencia, que fue imposible rendirme y la seguí hasta un lugar.
ALDO: ¿A dónde?
ALFONSINA: Lo reconocí enseguida. Íbamos a jugar cuando éramos chicos… Me llevo a la Cueva Profunda. Ella me ayudo con las piedras de la entrada. A eso había venido. Ella y el Tala… los dos me ayudaron. Ella era mi verdad más brillante.
ALDO: No te creo. ¡Tas loca! ¡A la cueva! Ta bueno… Ahora sí que estamos fritos… ¡Sabés bien que nos prohibió que volvamos a ese lugar! ¡Se despiertan los muertos! -dijo. ¡Qué julepeada nos metió! ¡Vieja mala!
ALFONSINA: Bien dicho.
ALDO: (Nervioso.) Más vale que no se despierte ningún muerto ¿Y esto qué es?
ALFONSINA: Estaba allá en la cueva. Abrilo.
ALDO: ¡No! ¡Mira si sale un muerto! ¡No! ¡Mejor no! ALFONSINA: Al temoroso una pulga le parece un oso. ¡Ayudáme! ALDO: ¿Miedo yo? (Duda.) Bueno, pero rápido.
Escena 17
Irma entra.
IRMA: ¡Ah! Volvió la señorita… ¿Se puede saber dónde has estado? ALFONSINA: Buscando.
IRMA: ¡Buscona! ¡Bruta!
ALFONSINA: ¡Abuela! ¡Basta! Estuve en la cueva Profunda.
IRMA: ¿Qué? (Duda.) ¿En la Cueva?
ALDO: Le dije que no tenía que ir… pero ahora está muy terca… una mula es más mansita que ella.
IRMA: ¿Cómo entraste? Estaba todo tapado con piedras y maderas…
ALFONSINA: La leopardo me ayudo. Tiene mucha fuerza y es muy inteligente. ¿Ud. como sabe que estaba todo tapado?
IRMA: No, digo… Hace mucho tiempo que no voy allá…
ALFONSINA: ¿Cuándo fue la última vez que estuvo ahí? (Pausa larga.) ¡En la cueva encontré cosas!
IRMA: (Pausa larga.) Primero, me vas a explicar lo que hiciste la otra noche.
ALFONSINA: La única que tiene que dar una explicación… ¡Sos vos abuela!
IRMA: ¡Una puta! ¡Eso es lo que sos! ¡El hazmerreír del pueblo! ¡Cómo tu madre!
ALFONSINA: ¿Cómo pudiste encerrarla en esa cueva?
IRMA: No sé de qué me estás hablando. Ya te dije lo que sos. Ahora, me voy a dormir… no me estoy sintiendo bien. Aldo soltá a los perros ya está oscureciendo.
Aldo chifla y se escuchan ladridos lejanos, aullidos.
ALFONSINA: (Interceptándola a Irma.)… Los perros están bien sueltos. Y yo también estoy suelta… bien suelta… y hambrienta… de verdad.
IRMA: ¡Soltáme! ¿Te volviste loca?
ALFONSINA: ¡Vamos a abrir el cofre ahora! ¡Juntas!
IRMA: (Pausa) ¡Ahora no! ¡Dámelo! Hablaremos mañana. ALFONSINA: ¡No me mandas más! (Forcejean.) ¡No!
IRMA: ¡Te voy a encerrar! (Pausa larga.)
ALDO: ¡Eh! ¡Cuidado la vieja! ¡Dáselo!
IRMA: ¡Dámelo nena! ¡Dámelo mejor!
ALFONSINA: ¡No! ¡Soltálo! (Alfonsina e Irma tironean. Se abre el cofre y caen algunos objetos al suelo. Irma toma un espejo, una cajita de música. Alfonsina toma unos papeles y lee enfurecida.)
ALFONSINA:
Soy un alma desnuda en estos versos, Alma desnuda que angustiada y sola, va dejando sus pétalos dispersos. Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta, Un peñasco, una selva y una ola. Alma que como el viento vaga inquieta Y ruge cuando está sobre los mares, Y duerme dulcemente en una grieta.
ALDO: Cómo para versito estamos…
ALFONSINA: (Enfurecida.) ¿Esta letra de quien es abuela?
IRMA: (Llora.) Mi niña.
ALDO: Doña… ¿Qué pasa? No se ponga así.
ALFONSINA: No se merece tu consuelo. (Toma otro papel y lee.) Mi amor. Mi hermosa hija, Alfonsina. Guerrera dispuesta a todo. En tu nombre está tu fuerza… ¿Dónde está? (Alfonsina le saca el rebenque a Aldo y le pega a Irma en la espalda y la toma del pelo, le da rebencazos en la cabeza y en la espalda, la empuja.)
IRMA: ¡Ah, Déjame! ¡No! Basta!
Aldo intenta separarlas.
ALFONSINA: ¿Dónde está mi mamá? ¡Hablá! (Alfonsina, Aldo e Irma
forcejean, salen.) Vas a hablar…vas a hablar… Apagón
Escena 18
Aldo y Alfonsina trenzan una soga de cuero.
ALDO: Cuando ves un animal aislado y solo es porque algo malo tiene.
ALFONSINA: Bueno, después anda a ver y cualquier cosa llamamos al veterinario. ¿Le habías puesto las vacunas que mandó?
ALDO: Si. A todos… Pero, no te hagas la zonza… Con las personas pasa lo mismo. No pueden estar solas por mucho tiempo… viene la enfermedad…
ALFONSINA: Ya está listo. (Le entrega la trenza de cuero.) Ahora lo voy a bañar…debe ser el calor que lo tiene mal… Después cambialos de potrero. Ya es hora…
ALDO: No hablo de la tropilla. Estas embrujada. No eras así. ¿Por qué le haces esto?
ALFONSINA: ¡Basta Aldo! ¿Le llevaste la comida?
ALDO: Ahora voy. ¡Hay que soltarla! ¡No se puede esperar más! Se va morir.
ALFONSINA: No me hables más de eso. Llevále vos la comida hoy, me voy al arroyo a bañar el alazán, a ver si se calma. (Sale.)
ALDO: (Grita.) ¡No se va a calmar hasta que venga su dueña! La doña ¿Escuchaste? El animal presiente… (Para sí.) Es muy cruel lo que estás haciendo. No eras así. Toda inocencia eras. Te vas aarrepentir… (Aldo sale hacia la casa, al instante entra con un paquete y una botella, cruza el escenario, sale.)
Apagón
Escena 19
Alfonsina sentada bajo un sauce llorón, se moja con un pañuelo un pómulo. Se escucha el ruido de agua que corre entre las piedras, se escuchan cotorras a lo lejos. Entra Facundo con un libro en la mano.
FACUNDO: Hola! ¿Qué pasó que no viniste ayer? ¿Ni anteayer? Alfon…Te estuve esperando… (Facundo se acerca a Alfonsina.) Todavía quedan muchas poesías por leer… muchos libros. ¿Eh? Nome digas que te aburriste…
ALFONSINA: No pude.
FACUNDO: ¿Que te paso?
ALFONSINA: El alazán me dio una patada mientras lo bañaba. Ahora se escapó y no me dio tiempo ni agarrar el lazo.
FACUNDO: Pero… ese animal está enfermo… ¿Cómo pudo hacerte esto? (Le acaricia la cara.) Patear esta carita tan hermosa. ¿Qué pasa?
ALFONSINA: (Llora.) Nada.
FACUNDO: Vamos… decime.
ALFONSINA: Estoy cansada… eso.
FACUNDO: Si… te dije, mucho trabajo de repente… ¿Irma todavía en la casa de su sobrina? ¿Cuándo va a volver?
ALFONSINA: (Llora.) Quiero ser como era antes… y no puedo Facundo… antes de todo esto. No puedo ser la misma… No puedo. Quisiera reír mucho…. hasta que me duela la cara… como antes… y no… ya no voy a poder nunca.
FACUNDO: Estas cansada, vení, descansa… Mira… (Toma un capullo que esta adherido a una rama a un costado.) ¿Ves esto? Un gusano hace su capullo, con esfuerzo, se encierra durante un tiempo y cambia totalmente… hasta le salen unas hermosas alas…
ALFONSINA: Que daría por ser una mariposa. Yo apenas soy cigarra.
FACUNDO: ¡Ella también se renueva y le salen alas! ¡Sos tan hermosa! (Le besa la frente y una mejilla.) Una mariposa que no puede verse a sí misma todavía. Pero eso pasará, pronto. Mira, lo traje…
ALFONSINA: No, ahora no quiero.
FACUNDO: Ya falta poco para terminarlo. Hacéme caso. Te despeja. Además, hoy te toca a vos. ¡Este!
ALFONSINA: (Lee.)
Acércate, poeta; mi alma es sobria,
de amor no entiende -del amor terreno-
su amor es más altivo y es más bueno. (Llora.)
FACUNDO: (Lee.)
No pediré los besos de tus labios. No beberé en tu vaso de cristal,
el vaso es frágil y ama lo inmortal. ¿Quieres ir a los bosques con un libro, un libro suave de belleza lleno? Leer podremos algún trozo ameno. La invitación esta… sincera y noble.
ALFONSINA: (Lee.)
¿Quieres ser mi poeta buen amigo
y sólo tu dolor partir conmigo?
ALFONSINA: ¡Soy un monstruo Facundo!
FACUNDO: No. Nada de eso. Y todo lo contrario. (La abraza y besa, en la mejilla cerca de la boca.) Muy bella. La más hermosa. Alfonsina perfumada de vida. (La besa en los labios apasionadamente.)
Escena 20
Aldo entra.
ALDO: ¡Sacále las manos de encima viejo!
ALFONSINA: ¡Aldo!
FACUNDO: Andáte vamos, ya decidió.
ALDO: No puedo creer que fueras tan traicionera…
ALFONSINA: No te prometí nada… Y no decidí nada todavía. ALDO: Mas vale que te apures.
FACUNDO: Pero recién…
ALFONSINA: Déjenme tranquila… ¡Los dos!
FACUNDO: Este chico no es para vos…
ALDO: Calláte… embaucador… ¡Ella es para mí viejo metiche! (Se abalanza.) Te va a sacar carpiendo la abuela cuando sepa lo que le estuviste haciendo. La Irma con la escopeta en la mano te va a hacer entender todo. ¡Ya vas a ver!
ALFONSINA: Calláte Aldo, la abuela no puede hacer nada ya.
FACUNDO: Si ella me quiere, ya está.
ALFONSINA: Basta Facundo.
ALDO: ¡Qué te va querer! La haces desear con lo que te sale de la boca nomas. Acá no hay nadie que le hable así. La endiablaste con la lengua. ¡Eso nomás!
ALFONSINA: ¡Basta Aldo! ¡Andáte!
ALDO: ¡Toda esa pavada! ¡Se te va a acabar! Te vas a tener que volver a tu ciudad, vas a ver. La solte. Ahí ta… Ahí tenés…
ALFONSINA: ¿Qué?
FACUNDO: ¿A quién soltó?
ALFONSINA: ¿Cuándo? Aldo, te dije que le lleves la comida y listo. Que te volvieras rápido.
ALDO: ¡No! ¡La liberé! Ahora está comiendo, pero a la sombra de su sauce, como debe ser. Allá no va a estar más.
FACUNDO: ¿Quién? ¿De qué habla?
ALFONSINA: ¿Por qué hiciste eso? Te dije llevale el agua y la comida mientras yo bañaba al caballo. ¡Vos sos el traidor!
ALDO: ¡Ah, sí! Bueno, que importa. ¡Pero te salve! No podías seguir con eso. Lo hice por vos. Si se muere te meten presa y no quiero.
FACUNDO: ¿De qué carajo están hablando Uds. dos? ¡Hablá!
ALFONSINA: ¡No le digas!
ALDO: No se puede ocultar más. Ya está. La solté. Doña Irma está libre. Está en su chacra, como debe ser.
FACUNDO: ¿Qué?
ALDO: Alfonsina la tuvo encerrada en la Cueva Profunda todo este tiempo.
FACUNDO: ¿Por qué hiciste eso?
ALFONSINA: Porque se lo merece… Ella me hizo algo muy feo a mí. ¡Mi Nana! Mi abuela.
FACUNDO: Esto… es… No lo creo… No lo puedo creer de vos… La voy a ver… Dejáme. ¡Esto es grave! ¿Querés que te metan presa? ¡Es una locura! La voy a ver… (Sale.)
ALDO: Esta mal la doña…
Alfonsina sale.
ALDO: (Grita.) ¡Casi la matás! (Para sí.) ¡Y te van a alejar de mí! Apagón
Escena 21
Irma recostada en una vieja silla con respaldar, tiene el pelo revuelto, rostro cansado, ropa algo sucia, toma agua. Entra Facundo agitado.
FACUNDO: Señora… No sabía nada. Me acabo de enterar. ¿Está bien?
IRMA: He estado mejor.
FACUNDO: ¿Comió algo?
IRMA: Lo necesario.
FACUNDO: ¿Cómo se siente?
IRMA: Soy una mujer fuerte.
FACUNDO: ¿Qué va a hacer?
IRMA: ¿Y a Ud. qué le parece? Denunciarla, como se merece.
FACUNDO: No sé qué pasó entre Uds. y porqué ella tomo esa decisión, pero le pido que no haga la denuncia.
IRMA: La voy a hacer.
FACUNDO: Es su nieta después de todo.
IRMA: ¿Cuantos días fueron? ¿Más de un mes? ¿Dos? O quizás más… Atada de una mano… estacada me tuvo, encerrada en esa cueva. A su propia abuela.
FACUNDO: Fue menos tiempo Irma… es lógico que este un poco perdida.
IRMA: Un poco. Pero, no lo suficiente como para perdonarla. FACUNDO: Señora…las cosas están difíciles para todos…no lo compliquemos más. Es mejor que hablen tranquilas.
IRMA: A mis años no va a venir Ud. a decirme lo que tengo que hacer.
Aldo entra y detrás Alfonsina.
ALFONSINA: Ahora estas suelta pero vas a hablar. Te escucho. ¿Dónde está mi madre?
IRMA: Te dije que no sé. Ya te lo dije tantas veces.
ALFONSINA: ¿No sabés? No me querés decir… ¿Por qué guardaste las cosas ahí?
IRMA: Aldo, gracias querido. Yo no las guarde.
ALDO: Entonces, era verdad… Fue el Tala.
IRMA: ¡Basta!
ALDO: ¡No eran cuentos de borracho! ¡Era verdad! El Tala, mi tío las guardo.
IRMA: ¡Aldo Taborda, te callás!
ALDO: No Doña, ya está, suficiente silencio.
ALFONSINA: ¿El Tala? ¿Qué decís?
ALDO: Dicen que la Paulina es su hija. Tu mamá es hija de mi tío Tala.
IRMA: Aldo no. ¡Dejá esas pavadas, querés!
ALFONSINA: ¿Qué?
ALDO: Dicen… en el pueblo. Y mi tío también. Que tu abuela le dio el cofre para que se deshaga pero él lo escondió en la Cueva, algún día iba a hacer que te enteres.
ALFONSINA: Odiosa.
IRMA: No es verdad. Tu mamá es hija del abuelo Cosme.
ALDO: La Paulina se parecía a mi tío.
IRMA: ¡Mocoso! ¡Cerrá esa boca! No es así. Él hubiera querido que sea, pero no. Paulina es hija de mi marido. El Tala te embauco. ALDO: Mi pobre tío se quiso pegar el cohetazo cuando ella lo dejó…Pero después fue lo del accidente de mis papás y como tenía que cuidarme no lo hizo. Por eso se resintió conmigo. Después de eso, le dió al chupi. Se arruinó. Por Ud. Doña se arruinó.
IRMA: (Llora) ¡Mi destino estaba con mi marido!
ALFONSINA: ¡Vos! Siempre tan correcta. Tan rigurosa. Domándome como a un… ¿Por qué? Para tapar tus chanchullos, tu crueldad.
IRMA: Dejar a una pobre vieja indefensa encerrada y estacada de un tobillo en una cueva… ¿Eso es bondad?
ALFONSINA: La crueldad será la herencia que me dejaste.
IRMA: Yo por lo menos lo hice entre cuatro paredes y no a la vista de todo el pueblo.
ALFONSINA: No tengo nada que ocultar. No me da vergüenza nada. Las cartas de mi mamá en el cofre lo decían bien clarito. ¡No se puede ser más mala! Dejar encerrada en una cueva a su propia hija, embarazada. Ahora, sabes lo que se siente. ¡Vos sos la que debería estar presa!
IRMA: La tuve que encerrar por su bien. El pueblo ya había empezado a hablar de su desgracia. ¡Cómo van a hablar de vos!
ALFONSINA: Que hablen todo lo que quieran… Es lo único que hacen y no viven. No me van a llenar el vacío con sus palabras. Ni me van a responder las preguntas, los silencios, el aturdimiento.
IRMA: Paulina perdóname. (Llora y para sí.) ¡Volvé hija! Siempre te pido que vuelvas.
ALDO: Él siempre me decía que el papá… que tu papá era igual a vos. Y que andaba en cosas turbias. Que se había escapado para la Capital después del despelote. Y Paulina lo siguió, dicen que enamorada.
ALFONSINA: ¡Yo también me hubiera ido para no verte más! ¿Qué parte de la Capital? ¡Hablá!
IRMA: ¡De saber, te hubiera dicho! ¡Creéme nena! Ella se fue al poco tiempo que naciste, sin decir más que: “A este pueblo muerto nunca más voy a volver, y mira esta foto, que es lo único que vas a ver de mí” (Llora.) “¡Y cuando venga a buscar a la nena, te vas a quedar sola, sola como un perro!” Pero era puro palabrerío. Ella nunca vino.
ALFONSINA: No te creo. ¿Y si vino y vos me negaste? Siempre arreglaste las cosas a punta de pistola.
IRMA: No debía irse. Debía quedarse acá, en su lugar, conmigo. Me dejó sola. Se fue atrás de ese roñoso. Y te abandonó. Nunca te quiso. Esa es la única verdad.
ALFONSINA: No te creo. Ella en las cartas decía que me iba a venir a buscar.
IRMA: ¡Nunca vino! ¡Tendría que haber quemado todo! Y que siguieras creyendo que…
ALFONSINA: Mentiras… que siguiera creyendo mentiras.
IRMA: Hice lo correcto. Pensá lo que quieras. Ahora, quiero estar sola. No me siento bien. Déjenme sola.
FACUNDO: No señora. Espere. Antes hagamos un trato. Saldemos las deudas. Ud. me da la palabra de que no la va a denunciar. Yo la llevo al médico y si hay algún gasto lo cubro yo.
IRMA: No quiero deberle más nada a Ud. Ya con lo de Aldo tengo bastante.
ALDO: ¿Qué anda maliciando? Yo le voy a pagar todo. Ya le di mi palabra al Facundo.
FACUNDO: No, no es necesario que nadie me pague nada. Ya está. Ahora hay que pasar este mal trago. Olvidarse de todo.
IRMA: Si hay algo que tengo es memoria.
FACUNDO: (A Alfonsina.) Te venís a vivir conmigo al negocio y ahí podemos pensar que hacer.
ALDO: Dejá de llenarle la cabeza viejo.
FACUNDO: Por lo menos en el negocio se va a mantener ocupada, podes ayudarme en algunas tareas, leves… nada importantes… y mientras pensás tranquila.
ALDO: No te ilusiones, “luz mala”. No te la vas a llevar. Esta es su casa, ella es de la tierra. Este no es tu lugar. Vos te vas a ir del pueblo y ella se queda acá. Cómo que me llamo Aldo Taborda. (Sale. Se escuchan relinchos de caballos y alboroto de animales.)
ALFONSINA: ¡Aldo! ¿A dónde vas? ¿Qué decís, Facundo? ¿Cómo olvidarme de todo esto? No entendés nada.
FACUNDO: De las deudas, olvidemos las deudas, digo. Lo que me deben no importa. Pongo la cuenta en cero.
ALFONSINA: No, no. La voy a encontrar. Quiero que me diga que fue realmente lo que pasó.
FACUNDO: No, espera.
ALFONSINA: No quiero esperar. ¿Qué tengo que esperar? No puedo perder más tiempo, necesito saber quién soy. Me miro al espejo y no me reconozco. No sé cómo explicarlo. Es como andarsonámbula, sin raíz. No lo entenderías Facundo…
Irma sale.
FACUNDO: Si, entiendo, pero la ciudad no es para vos. ALFONSINA: Basta Facundo.
FACUNDO: En el negocio no te va faltar nada. Y ahí nadie te va a molestar. No hagas locuras sin pensar. Vamos a casa, por unos días solamente.
Irma entra con una escopeta y apunta a Alfonsina.
IRMA: Andáte. No te quiero más en mi casa. Desagradecida.
Facundo se para delante de Alfonsina, se escucha un disparo. Apagón
Escena 22
Están en un no lugar, un tiempo indefinido, solo se iluminan los cuerpos. Y puede haber imágenes o sombras de una silueta femenina sentada sobre un felino. O bien en movimientos felinos montando el animal.
FACUNDO: Parece que el foco se produjo en la televisión. El aparato recalentó o algo así… No se sabe bien, todo se prendió fuego. La ferretería y gran parte de mi casa.
IRMA: La escopeta era para asustarte nena. El tiro se me escapo. Indomable como tu madre. Chiquita mía.
FACUNDO: Pura madera que se consumió en minutos y no dio tiempo a nada. Soy un tipo desgraciado.
IRMA: Cada tanto te veo, correr por el monte, tenés el vestidito blanco bordado, ese que te gustaba tanto. Las manitos chiquitas… la sonrisa amplia, blanca como la de mi Paulina.
ALDO: Nunca vi llamas tan altas. Nunca en el pueblo se había incendiado una ferretería, ni nada parecido.
IRMA: Quise evitar que te señalaran por la misma hediondez de tu madre… Y por la mía… No pude. Perdoname.
ALDO: Con un poco de kerosene que encontré por ahí y muchas ganas de que el Don se vaya del pueblo, ardió todo ligerito.
IRMA: Vení chinita, ya me queda poco. Te quiero volver a ver. Vení nena, aunque sea en sueños.
FACUNDO: El tiro me rozo el hombro, porque me puse delante de Alfonsina. La abuelita no sabemos cómo, apretó el gatillo. Casi no cuento el cuento.
ALDO: Mi esperanza también se quemó con el fuego. Soy un tipo de mala suerte. Odio los libros.
FACUNDO: Decidí irme del pueblo. Ya sin negocio y sin casa, después de ese incendio feroz, me volví a la ciudad, en contra de mi voluntad, muchos recuerdos que no quería revivir. Pero, es imposible huir del destino.
ALDO: Dicen que la leopardo la poseyó, por eso la Alfo enloqueció y dicen que ahora vaga por el monte. Le hicieron un altarcito allá arriba en el cerro. Y algunos le prenden vela, le dejan agua y pescado. Una pudrición.
FACUNDO: En la ciudad la busco. Estoy seguro que con esa valentía ella va a encontrarse. Y guardo esperanzas con ella… ALDO: Otros dicen que la Alfo se comió a la leopardo y ahora tiene los poderes del animal. También, escuche que el Flaco, el almacenero, decía que el circo volvió a buscar al bicho y que ella se fue de gira con ellos. (Ríe.) La Alfo en un circo. Domadora de leones, me la imagino. Terca como es. Yo creo que va a volver. Otros dicen que se fue a buscar a la madre a la ciudad. La sigo esperando, siempre la voy a esperar. (Pausa larga.) No hay que leer. Eso lo digo yo.
APAGON FINAL