Ryookan
(Izumozaki, 1758-1831)
Consagró su vida al estudio y práctica del budismo Soto zen, a la escritura de poesía y al arte de la caligrafía, a pesar de haber sido el primogénito y heredero designado de una familia con rango de samuráis. Tras su muerte, fue su discípula Teishin quien se encargó de recopilar su obra, hasta entonces dispersa, y ello constituye la base fundamental de los escritos que aún se editan del poeta japonés. La siguiente selección hace parte de Los 99 jaikus (Hiperión, 2006), con traducción de Teresa Herrero y Jesús Munárriz.
Selección y comentario, Carlo Acevedo
Yerbas de otoño,
ganas dan de mirarlas
hasta que escarche.
Como borracho
anda a paso ligero
en marzo el viento.
Pueblo en el monte.
En un croar de ranas
se ha convertido.
Días de lluvia:
melancólico anda
un tal Ryookan.
¿Dónde dormirme
estando tan borracho?
En la flor de loto.