(Bucaramanga – Colombia, 1988)
Celebramos con toda la Beca para la creación de obra inédita de poesía Bucaramanga cree en tu talento 2022, que el Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga y la Alcaldía de Bucaramanga le entregaron a Esto no es un libro de poemas del escritor colombiano John Gómez.
Te presentamos la portada del libro editado por Nueve Editores, te presentamos a John y te invitamos a leer el prologo que escribió la escritora colombiana Carolina Bustos Beltrán.
Esto pretende ser el prólogo de este libro de poemas
Él era tan feliz que aquello le producía demasiada pena…
Boris Vian
John Gómez me ha escrito por WhatsApp esta mañana, me cuenta que ha ganado una beca. Me alegró. «Fue sin querer, queriendo», pienso, ya que no podemos postularnos a algo sin pretender algo: sentirnos más útiles, alcanzar un logro en medio de nuestra poca proactividad o simplemente ganar para saciar nuestra propia vanidad. Por supuesto, ganar, al menos en algo que se nos da bien, pues el torneo de deportes extremos, no es lo nuestro. Sin embargo, después de ese acto engorroso que implica postularse a una beca o enviar un libro a un rimbombante concurso, enfrentamos con cierta pretensión a ser dignos de un juicio justo tanto al poema expuesto a no ser poema como al cúmulo de versos aglutinados en una especie de libro. Jugar con la rueda de la fortuna con temor a lo inevitable: esta vez tampoco alcanzará una mención, no recibirá un elogio y ni siquiera será traducido a un lengua exótica y como lo expresa el poeta de este libro: «Y esto no es un poema/ porque yo no soy poeta,/ soy tan solo un instrumento, una efigie/ del fracaso».
Ante ese irremediable destino al que se enfrentan poeta y poema, lo relevante sería ganar un poco de reconocimiento ante esa hebra de piel expuesta que es el acto de escribir poesía. Pues al final…«¿A quién le importas?».
Leer a John implica también ahondar en la tristeza, es prepararse a corroborar el naufragio del mundo posmoderno y sus trampas. Ayer, precisamente, leía que su generación es de jóvenes tristes con posts de fotografías bellas que flotan y se diluyen en las redes sociales, aquellas que son evocadas con nombre propio en este poemario. Pero a nada de esto nos lleva Gómez, pues sabemos que algo que está roto, que la hebra del tiempo ideal, hace mucho se quebró. Y si en Máscaras, su anterior libro, el poeta se las quitaba y se las ponía para fingir o encubrir a «sus otros» y, tal vez, no nombrar; en Esto no es un libro de poemas reposa el elemento de decepción y total desencanto explícitos. En este nuevo libro late de forma honesta, a veces repetitiva, a lo largo de los capítulos de la realidad tal y como se percibe: «No hay nada que temer, ¿quién no odia los lunes por la mañana? De todos modos, aquí́ no hay lugar para las máscaras».
La lectura también nos expone a la desilusión del peso de la vida, de estar en constante derrota, al vacío del niño adolorido por el adiós de la infancia, al hombre desahuciado frente a la densidad de los elementos que lo encierran: la ciudad, un edificio, un apartamento, el centro comercial, los cafés, sus propios párpados. La totalidad del tiempo que es indomable: «Lo cierto/ es que tiempo/ es lo único/ que hay».
Ante la tensión, en «Postales de domingo», (título de uno de los capítulos), los cadáveres se exponen como bolas navideñas, los días sin fin se cuelan, son espuma como los versos de un Boris Vian sin saxofón que se burla de aquel que es burdamente «feliz». Podría creer ingenuamente que, en los lugares cálidos, el dolor se escapa gracias al sol, al calor y a los «escarabajos negros»; pero no es así, la duda ante la existencia surge y en ella el poeta indaga:
XI
De todos los hijos
que no tuvo mi padre,
¿por qué
precisamente
fui yo el que sí nació́?
En ese caso, la poesía debe suscitar un sinfín de preguntas, a las que la naturaleza del poeta no cesará en buscar las posibles respuestas, sugerirlas o dejarlas abiertas. La metafísica camuflada en un lenguaje sencillo desea con persistencia indagar. Si acaso el poema es un medio de reflexión profunda y de observación del ser y del existir, las palabras simples y escuetas no se venden para ser un producto ajustado al gusto de otros, esos que juzgan como jurados o aquellos que resultan ganadores de premios de poesía y publican estupideces que llaman «poemas» y obtienen millares de likes por su cuenta exitosa de Instagram: «Para ganar becas es preciso/ entender el poema/ más allá de la poesía:/ el poema como producto,/ la poesía como aquello que se mide».
Vuelvo al prólogo, si esto pretende ser el prólogo de este libro, lo escribo mientras leo estos poemas en un PDF, estoy sentada en el RER B un tren de cercanías que me lleva al centro de la ciudad. He llegado a Annie Ernaux, gracias al premio Nobel que ganó hace unos días. Leo L’autre fille/La otra hija. En la página 21, veo esta frase: «La realidad es negocio de palabras, sistema de exclusiones. Más/Menos, O/Y, Antes/Después, Ser o no Ser. La vida o la muerte». En la hondura de estos contrarios también me encontré con John, esos contrarios que divagan en la lectura de este libro, y ¿volvemos a Perder/Ganar, Éxito/Fracaso, La vida y/o La muerte? ¿La alegría o/y La tristeza? Nadie/Nada… Preguntas constantes que nos llevarán a leer y escribir.
Termino con mi tarea y pienso: «Quizá las nubes en Bucaramanga no alojan aún un vuelo rumbo a un país frío. Hemos fracasado sin piedad una y otra vez, por eso existe el poema…».
(Y sí, este libro ganó una beca y Annie Ernaux ganó el Nobel).
Carolina Bustos Beltrán
París, 15 de octubre de 2022