Karla Paola Flores Rodríguez
(Toluca, Estado de México, 1996)
Es una joven escritora y estudiante de Ingeniería en Mecatrónica. Participó en la antología «Tren de Palabras», que publicó los trabajos del Taller de Apreciación y Creación Literaria Juan Rulfo 2018 de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Sonata de media noche
No continuare desperdiciando fragmentos de mi ser
Esperando a que mi fe se desvanezca en el amanecer.
Así que me decido a soltarme aferrándome sin más
desafiándome a romper con la lógica sin mirar atrás.
Acordes clamantes de libertad llaman al compositor
Ágiles mis dedos danzan deslizantes a contra reloj,
Mi antiguo piano podría parecer insignificante
pero es el gran testigo de mi secreto asfixiante.
Las notas mi fa sol me transportan a esos días joviales
cuando juntos nos recostábamos entre matorrales.
Las notas si do entrelazaban nuestras manos que corrían
jóvenes ilustres que del mar de gente se escondían.
Mudo del aliento incapaz de emitir un solo agradecimiento.
Cautivantes y atentos fueron sus ojos al verme boquiabiertos,
ardientes sus labios que me exigieron cómeme a besos
Incrédulo de merecer este insólito sentimiento.
Bienaventurado sea quien escuche el largometraje,
extraordinario concierto compuesto por el afecto
narrado entre liras de cuerdas, percusiones salvajes,
sin olvidar el viento impulsor del magnífico viaje
que captura cada pieza de arte, complejo perfecto.
Ahí, de pie, inerte valiente en medio del escenario
sujeto temblando el piano de teclas imaginario,
el público me observa impaciente por la gran espera
aguardando el instante en que dé inicio su amada ópera
De momento, los ignoro en busca de tu bello rostro
Me invade la tristeza de no contar con tu presencia
Ya que es por ti que hoy he convocado a toda esta audiencia,
A mi persona amada, a quien le dedico mi gran gala
En la que apuesto mi frio corazón de caballero gaia.
Desespero a la multitud, y doy comienzo a mi función…
Nuestra historia
dirige la sinfonía,
de pianos desafinados
de violines tamboriles acompañados,
de flautas y arpas dulces
de graves estruendos trompetazos;
bajos, altos, silencios y gritos sonoros.
Y sin que nadie lo sospeche, proclamo una oración:
Sean libres los demonios que ahogaban a mi corazón,
Derriben los muros del iceberg vuelto caparazón
y permítanme renacer en aquel flameante ruiseñor
con las partituras de este invencible soñador.