Poesía: Verónica Navarro Valencia
(Colombia)
Hace dos meses lanzamos a través de nuestras plataformas Desde todas las veces se levantan cantos (2021), una antología literaria preparada por el proyecto literario El cantar de la palabra con el ánimo de reunir el trabajo creativo de estudiantes pertenecientes a la Facultad de Ciencias y Educación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá. Durante los próximos miércoles estaremos difundiendo de manera individual las obras de algunas de las personas que hacen parte de este libro, con el deseo de que todo él sea curioseado, compartido y leído gracias a su descarga gratuita aquí.
La poeta que nos acompaña en esta ocasión, Verónica, acogió su nombre «de su abuela paterna: la partera, la campesina, la mujer de caderas grandes y fuertes que cultivaba el alimento, la palabra y la memoria, de la cual heredó el canto y la necesidad de entender las múltiples voces, acciones y deseos que la habitan» y quizá esa misma razón hace que su escritura sea a un tiempo cálida y recia, fuerte y delicada; hecha toda, en suma, de intensidad. ¡Pásense!
Diario de campo
Me pongo el sol al hombro y el mundo es amarillo
Facundo Cabral
Cuando se escucha el sabio consejo de la montaña,
el eco de la voz silenciosa,
las memorias y pasos del viento
que me susurran y despojan de mi ropa,
me permiten sentir la caricia profunda que el sol,
un año cualquiera le hizo a mi alma;
mientras yo cantaba como pájaro en cortejo
el amor profundo me paría.
Yo misma me bautizaba,
y con seudónimo permanente dirigí mis pasos hacia otro camino,
que ya no era recto;
como hormiga escalando entre las ramas de los árboles,
siguiendo su forma hasta llegar al punto más alto,
donde la vida me obligaba a detenerme;
feliz, no ponía ningún reproche
porque llegando a lo alto del camino,
donde la vida se observa diferente
y yo, pequeña hormiga,
sabía que no hay error en detenerse
que la contemplación significa el éxito de la guerra contra el feroz tiempo,
entendiendo que había vencido las garras de la vida y la muerte,
que me detenía para guardar en mi memoria a la felicidad infinita.
Me entregaba al vacío sin miedo,
al vuelo desconocido, que pronto,
al darme cuenta de la distancia,
emprendí con el canto atravesado.
Y como ya me lo habías dicho,
con la alegría de quien agradece, pero profundamente desea más.
Los amantes de Remedios Varo
Observando Los Amantes de Remedios Varo (1963)
Los dos rostros
sumergidos en el sueño al despertar sobreviven.
Encuentro el reflejo de mi alma
en el torrente que desenmascara los problemáticos sucesos que los unen.
Cada mañana los amantes se inundan de lágrimas desesperadas,
buscando,
tiempo a tiempo,
el secreto de la imagen que les recuerda
los días azules
en que se podía
caminar sobre el agua.
Escucha este paisaje
Hiede a color rojo
esta bandera amarilla.
Nacimos en el intermezzo de un siglo que nos domina,
mientras tanto
saboreamos la sangre de otro hermano.