Un Lugar para Ti

Narrativa y ficción de Gabón: André Raponda-Walker

Tiempo de lectura: 7 minutos

André Raponda-Walker

(Gabón, 1871 – 1968)

 

 

Sin duda, una de las formas de acercarnos un poco a la cultura africana es a través de su literatura. Por ello, queremos compartir este relato gabonés que hace parte de Mosaico de cuentos africanos (2007), cuya reunión y edición pertenece a Marie-Claire Durand Guiziou y que da cuenta de un universo mitológico y simbólico a un tiempo hermano y diferente.

 

 

El hombre que fue transformado en termitero

 

Érase una vez un pobre y desgraciado hombre que vivía completamente solo en su pueblo. Todos los suyos habían muerto.

 

Un día, se fue a ver las trampas que soba poner en el bosque y volvió a su casa con un puerco espín. Lo despojó, colocó su cráneo sobre un secadero y con el resto, hizo un estofado y preparó el resto cocinándolo al vapor en unas hojas de plátano para poder comérselo poco a poco.

 

Pero sucedió que, durante sus ausencias, el cráneo del puerco espín se transformaba en una mujer con sus dos hijas.

 

Las niñas se ponían a jugar en el patio del pueblo que la buena mujer había transformado en una pequeña aldea muy bonita. Luego, la mujer se ponía a cocinar, llenaba de agua las calabazas, ordenaba y limpiaba la choza, antes de retirarse y meterse con sus dos hijas en el cráneo ahumado, sobre el secadero.

 

Al regresar el hombre del bosque, ya no podía reconocer su casa y creía haberse equivocado de aldea. No obstante, poco a poco, fue dándose cuenta de que estaba realmente en su casa…

 

Sin embargo, se quedó muy intrigado al ver que no le faltaba nada cuando siempre había carecido de todo. Para asegurarse de que todo era verdad, decidió ir a consultar a un adivino, un Nganga.

 

Tras haberle contado todo con los más mínimos detalles, el Nganga le dijo:

 

—»Toma esta mezcolanza de semillas, cortezas y raíces aromáticas {isémü) y escóndete detrás de un árbol. En cuanto te des cuenta de lo que ocurre en tu casa, irás a toda prisa a echar esta mezcla sobre las personas que veas en el patio.

 

El buen hombre, después de dar las gracias al Nganga, se despidió de él y volvió a su pueblo, muy decidido a probar suerte.

 

Al día siguiente, fingió irse muy lejos. Pero pronto volvió atrás y se escondió detrás de un gran árbol que estaba a unos pasos de allí. De repente, vio a una mujer salir del cráneo de! puerco espín, junto con dos niñas. Ante ese espectáculo, corrió sin demorarse más para derramar sobre ellas la mixtura aromática. La madre y sus hijas, muy avergonzadas por haber sido sorprendidas, se quedaron quietas. Luego, ateniéndose a una orden de su madre, las dos niñas entraron en la choza, seguidas de ésta y del hombre, que ya se había convertido en padre adoptivo. Todo aquello trajo animación y alegría al caserío solitario.

 

Entonces la mujer advirtió a su anfitrión: «Siempre que te pasees con las niñas, procura no insultarlas. Sobre todo no les digas que nosotras salimos del cráneo de un puerco espín. Si no, ¡verás lo que te puede ocurrir!».

 

Desde entonces, el hombre abandonó sus trampas para dedicarse únicamente a la pesca. Como traía todos los días abundante pescado, una de las niñas —la menor— tuvo la curiosidad de ir a ver cómo pescaba… Después de dudar un momento, el hombre se la llevó un día con él. Cogió su red y se marchó. La niña lo siguió. Llevaba una calabaza que su padre adoptivo le había dado. La calabaza, la había heredado de sus padres.

 

Llegados a la playa, el padre echó su red y de una sola vez llenó una gran palangana de peces y luego volvieron a la aldea. En el camino, sintió sed. La niña le tendió la calabaza. Pero cuando quiso dársela, se le escapó el recipiente que cayó sobre una piedra y se rompió. El padre enfurecido, no pudo retenerse y soltó un insulto. Al oír ese insulto, la niña se puso a llorar a lágrima viva… El padre la consoló lo mejor que pudo y ella se calló.

 

De vuelta a la aldea, su hermana mayor se dio cuenta de que tenía los ojos colorados y le preguntó por qué.

 

—»Es que —contestó la pequeña— no estoy acostumbrada todavía al aire del mar».

 

Otro día, la mayor quiso, a su vez, acompañar a su padre adoptivo a la pesca. Este, primero se opuso pero ella insistió tanto que acabó por ceder y aceptó que ella lo acompañara. Le entregó también una calabaza de agua por si tenían sed.

 

La pesca fue muy fructífera, como de costumbre, y ambos regresaron a la aldea. De tanto caminar, el padre tuvo sed. La niña se apresuró a tenderle la calabaza. Pero como ocurrió con su hermana menor, el recipiente se le deslizó de las manos y al caer en una piedra, se rompió en mil pedacitos. El furor del padre la colmó de insultos y le echó en cara esta afrenta sangrienta: «Después de todo, ¡sales del cráneo de un puerco espín ahumado!

 

Al oír estas palabras, la niña prorrumpió en sollozos y en quejas: «Tata kó na : Ni y’abéki ngonbó ! Ayiyi ! ¡Padre me ha insultado! ¡Me ha tratado de hija de un puerco espín!».

 

El padre adoptivo, por más que intentaba consolarla, no lo logró. La niña siguió llorando y lamentándose hasta llegar a la aldea.

 

La madre, viéndola en ese estado, dijo al hombre: «Has violado el pacto que hicimos. ¡Peor para d! Ahora regresaremos a nuestra casa. ¡Y tú vas a ser a partir de ahora tan miserable como antes!»

 

En un santiamén, todo desapareció. Ya no se volvió a ver a nadie, ni a la madre, ni a sus hijas. Con ellas desapareció también todo el confort que habían traído.

 

El hombre, muy confuso y afligido con no haber sabido morderse la lengua, muy despechado, se internó en el bosque donde fue transformado en un inmenso nido de termitas.

 

***

 

L’homme qui fut changé en termitiére

 

II y avait une fois un pauvre malheureux qui vivait tout seul dans son village.
II avait perdu tous ses parents.

 

Un jour qu’il était alié visiter les piéges qu’il tendait dans la forét, 11 en rapporta un porc-épic. II le dépouilla, déposa le cráne sur un séchoir et fit cuire le reste á l’étuvée, dans des feuilles de bananier, pour le manger au fur et á mesure.

 

Or, il arriva que durant ses absences, le cráne du porc-épic se changeait
en une femme avec ses deux enfants.

 

Les enfants se mettaient á jouer dans la cour du village que la jeune femme transformait en un petit village tres coquet. Elle faisait ensuite la cuisine, remplissait d’cau les calebasses, mettait de l’ordre et de la propreté dans la case d’habitation, puis elle se retirait avec ses deux enfants dans le cráne enfumé dans un séchoir.

 

Lorsque le bonhomme revenait de la forct, il ne s’y reconnaissait plus et croyait s’étrc trompé de village. Peu á peu, cependant, il s’apercevait qu’il était vraiment chez lui … Cependant il était fort intrigué de voir que lui qui jusqu’ici était dépourvu de tout, ne manquait plus de rien. Pour en avoir le coeur net il résolut d’aller consulter un Nganga (devin).

 

Aprés qu’il cut tout raconté dans les moindrcs détails, le Nganga lui dit : «Prends ce mélange de graines, d’écorces et de racines aromatiques (isému)
et cache-toi derriére un arbre. Lorsque tu te seras rcndu compte de ce qui se passe chez toi, tu iras en toute háte jeter cette mixture sur les personnes que tu verras dans la cour.

 

Le bonhomme, ayant remercié le Nganga, prit congé de lui et rentra á son village, tout decide a tenter le coup.

 

Le lendemain, il fit semblant de s’en aller au loin. Mais il revint bientót sur ses pas et se camoufla derriére un gros arbre qui se trouvait a quelques pas de la.

 

Soudain, il vit une femme sortir du cráne du porc-épic, accompagnée de deux petites filies. A ce spectacle, il court sans plus tarder, pour répandre sur elles sa mixture d’aromates.

 

La mere et les enfants, toutes honteuses d’avoir été surprises, ne bougérent plus. Puis, sur un mot de leur mere, les deux filies entrérent dans la case, suivies de celle-ci et du bonhomme devenu leur pére adoptif. Ce qui mit de l’entrain et de la gaieté dans ce hameau solitaire.

 

Alors la femme avertit leur hóte : » Chaqué fois que tu te proméneras avec les enfants, garde-toi bien de les injurier. Surtout, ne leur dis pas que nous sortons du cráne d’un porc-épic. Sinon, tu verras ce qui t’arrivera ! »

 

A partir de ce moment, le bonhomme abandonna ses piéges pour se livrer uniquement á la peche. Comme il rapportait tous les jours du poisson en abondance. Tune des filies -la cadette- eut la curiosité d’aller voir comment il pratiquait. Aprés quelque hésitation, il l’amena un jour avec lui. II prit son fdet et partit. La filie le suivit. Elle portait une vieille calebasse que son pére adoptif lui avait donnée. Cette calebasse, il la tenait de ses parents.

 

Arrivés a la plage, le pére jeta son filet et d’un seul coup il remplit une grande cuvette de poissons. Sur quoi, ils rentrérent au village. Chemin faisant, il eut besoin de boire un peu d’eau. La jeune filie lui presenta la calebasse. Mais, lorsqu’elle voulut la lui passer, elle lui échappa et tomba sur une pierre et se brisa. Le pére en courroux, ne put se reteñir et lacha une injure. En entendant cela, l’enfant se mit á pleurer á chaudes larmes… I ^ pére la consola de son mieux et elle se tut.

 

De retour au village, sa soeur ainée s’aper^ut qu’elle avait les yeux rouges et lui en demanda la cause.

 

—» C’est —répondit la cadette— parce que je ne suis pas encoré habituée a l’air de mer. »

 

Un autre jour, l’ainée voulut, a son tour, accompagner son pére adoptif á la peche. Celui-ci fit d’abord des difficultés. Mais elle insista au point qu’il finit par ceder et la prit avec lui. II lui confia aussi une calebasse d’eau pour la soif

 

La peche fut tres fructueuse comme d’ordinaire et ils revinrent tous les deux au village. Tout en cheminant, le pére eut soif I^ jeune filie s’empressa de lui préscnter la calebasse. Mais comme sa sccur cadette, la calebasse glissa de ses mains et se brisa sur une pierre en mille morceaux.

 

Fureur du pére qui l’accable d’injures et lui jette á la face cet affront sanglant : » Aprés tout, tu sors du cráne d’un porc-épic boucané ! «. A ees mots, la jeune filie delata en sanglots et en plaintes : » Tata kó na : Ni y’abéki ngonbo ! Ayiyi ! Papa m’a injurié ! II m’a traitée d’cnfant de porc-épic !

 

Le pére adoptif eut beau essayé de la consoler, ce fut en vain. La jeune filie condnua a pleurer et a se lamenter jusqu’au village.

 

La mere, voyant cela, dit au bonhomme : » Tu as enfreint la défense que je t’ai faite. Tant pis pour toi ! Nous retournerons maintenant chez nous. Quant á toi, tu seras désormais aussi miserable qu’auparavant ! »

 

En un clin d’oeil tout disparut. On ne revit plus personne, ni la mere ni les filies. Avec elles s’évanouit également tout le confort qu’elles avaient apporté.

 

Notre bonhomme, tout confus et desolé de n’avoir pas su reteñir sa langue, s’enfon^a de dépit au fond des bois oü il fut transformé en une vaste termitiére!

 

***

 

Los relatos de Mosaico de cuentos africanos (2007) pertenecen a países francófonos, por lo que sus originales están escritos en lengua francesa. La traducción al español de este relato pertenece a Mahanta Kebe.

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