Uriel Martínez
(Tepetongo, Zacatecas, 1950)
Además de la licenciatura en Letras, que no concluyó, estudió francés. Durante los últimos tres lustros ha vivido en Zacatecas. Ha publicado los poemarios «Primera comunión», «Vengan copas» y «La noche de Hugo (y otros poemas»), además la obra de teatro «Tres de José Alfredo (melodrama para cabaret)», que se representó en Torreón, Coahuila. Se le antologó en «Asamblea de poetas jóvenes de México», «Sol de mi antojo» y en algunas revistas universitarias.
Oración del chancho
1.
Señor, ayúdame a regresar a mi hábitat natural, la marranera,
haz que acabe la estigmatización en que vivo desde que el hombre me degradó a mí y a mis lechones al usarme como pretexto para aquello, lo otro y lo de más allá.
2.
Mira, Señor, que yo era feliz al ser cebado antes de ocasiones especiales para el ser humano. Con gusto toda mi vida la ofrendaba llegado el momento. Es cierto que mis berridos rompían ventanas, trozaban cristales de anteojos, de quevedos, de ojos de buey, etcétera. Pero nunca maldije ni reculé al verme llevado al matadero.
3.
De mi zalea se hicieron los primeros chalecos y cinturones, de mis colmillos surgieron collares, dijes, pulseras y torsales, de mis berridos derivaron los primitivos cantos gregorianos. Competí con otros animales por el sazón de mi carne, de mi grasa, tejidos y tendones se fabricaron carnes frías y embutidos y demás conservas propias del invierno.
4.
Nunca fui motivo de pinturas rupestres como otros animales astados ni motivo de veneración como aquéllos que luego fueron estudiados, analizados y razón de extensos estudios en la historia del hombre. Señor, si es mucho pedirte, no me regreses entonces a mi hábitat natural, el corral; pero déjame inmortalizarme como chicharrón, carnita y grasa para los frijoles charros.