Juan David Torres
(Cereté, 2004)
Es escritor, promotor cultural y literario. Hace parte del colectivo de jóvenes llamado Kiabjelú que promueve el arte y la cultura mientras motiva las expresiones artísticas de los jóvenes. Sus poemas han sido publicado en plataformas y revistas digitales como La poesía del prójimo, las Revistas Kametsa, Vórtice, Isliada y Casa Bukowski. En esta última es embajador y representante de Colombia en la búsqueda de voces poéticas de su país. Es director del programa radial Desencuentros, ha recitado en espacios tradicionales y en medios virtuales creando propuestas en énfasis social y cultural.
Herida
La herida se alimenta de mi madre, se alimenta de mi padre,
se alimenta de mi cuerpo, se alimenta de los vivos a mi alrededor
y les dicta la manera correcta de callarse su presencia.
Es gris y oscura, tiene un sabor agrio y se trepa por las piernas
hasta apropiarse de todo lo que no le pertenece,
de todo lo que nunca será suyo.
Viene en la placenta, en la memoria,
engorda y enflaquece,
se esfuma con el sueño y se aparece en la madrugada
para ser reconocida y buscar entendimiento.
En la hora de su génesis
y con el cansancio de mis dientes
le hago una pregunta:
¿Cuando dejarás libre a mi carne y a mi alma?
Lluvia de pañuelos blancos
Nos despertamos con el bullicio de la mañana
y la lluvia en gotas de acero nos construye,
el grito que pide:
¡Quiero ser lluvia de pañuelos blancos!
En el fondo de los sueños, la multitud de artistas
se tapan el rostro con máscaras negras y saltan
desde puentes hechos con su propio sudor.
¡No quiero que me escuchen de nuevo!
¡No quiero que me miren de nuevo!
¡No quiero que me toquen de nuevo!
Con los vestidos de la matriarca muerta,
limpiaré los ríos de aguas rojas donde flotan las miradas
y con los piés sumergidos, les diré:
¡Salven nuestras almas desde el más allá,
si así lo desean!
Apareamiento
Amanece
y el dolor también despierta conmigo,
despierta la ausencia perenne de un beso que recibía
luego de abrir los ojos.
El dolor que es un portal, me transporta
hacía el lado derecho de la cama en aquella habitación
donde la ausente fumaba un cigarro, se aplicaba un tónico en la nariz
y tomaba café como una buena ermitaña;
yo sentía su calor, su respiración, su corazón latiendo
sentía como bajaba por su garganta el sorbo de café
y lloraba en silencio, se acostaba lentamente
y cerraba los ojos
como si quisiera olvidarse del mundo
como si quisiera olvidarse del dolor,
sin embargo
mientras su cuerpo muerto descansa,
su dolor y el mío se aparean
hasta multiplicarse.
Te sigo
Te sigo, por la línea de mi mano
hay un riachuelo que me lleva al recuerdo muerto
y en él habitas, como un pajarillo en su nido
en el nido de la memoria que se destruyó con la tormenta,
te sigo, esperanzado, ingenuo, te sigo triste
marginado, en abandono, sin conocer el auxilio
te sigo, la línea de mi mano sangra
y con el río se transportan las palabras
que en convalecencia salieron de tu boca,
te sigo esperanzado, marginado, te sigo triste
y en tu sombra encuentro el abrazo que necesito
y en tu cuerpo que flota en el río lleno de sangre
me sostengo para no ahogarme con tu muerte