Nicolás Peña Posada
(Bogotá, 1991)
Afuera están matando personas
Afuera están matando personas
como nosotros, María
tienen este mismo corazón
que se hincha con la lluvia
llevan nuestros ojos negros heredados del barro
y también comen pan en la mañana
A diez cuadras una mujer
ha dejado de respirar
y ahora besa el piso en silencio
como si fueran las manos de su hijo
Lo que dijiste alguna vez parece cierto:
este país está condenado a la violencia
No sabe uno qué hacer cuando se levanta
dónde alojar la piel
bajo qué árbol sentarse a cantar
en qué horario hacer silencio y pedir perdón
No sabe uno limpiarse las manos
alistar la muda, salir a trabajar
quedarse callado, escribir un poema
eso no sirve para nada
me dijo el otro día un amigo
¿escribir un poema para qué?
¿qué hace un poema en un país con hambre?
¿qué hacen unos versos contra un ejército ciego?
¿qué puede un poema cuando el cuerpo
es un animal que huye y se desangra?
Amarnos, María, tal vez amarnos
sirva de algo en estos momentos
Hay personas que lo han perdido todo
hay mujeres que no tienen brazos
y se acuestan en el pasto
a esperar un diluvio de granizo
hay niños que han quedado huérfanos
y buscan entre la basura sus nombres
hay ancianos que piden comida
en los bordes afilados de la noche
hay una luz que llora al medio día
y se derrama sobre nuestras cabezas
Dicen algunas personas
que ya no tenemos miedo
pero yo sí tengo miedo, María
de que un día no vuelvas
porque te llevaron los policías
mientras caminabas por la ciudad
de que un día, como tantos,
tu cuerpo no valga nada
y te rajen y te rompan y te olviden
en cualquier potrero
en cualquier sonido de pájaro extinto
de que un día la vida pase a un segundo plano
y los muertos ya no tengan
un espacio bajo las piedras
un lugar para descansar
una esquina con flores blancas
Tengo unas manos que en las mañanas me ahorcan
tengo unas rodillas que se quiebran con el viento
tengo unos dedos que desesperadamente
buscan algo para sostener
Yo si tengo miedo, María
y me aferro a tu cuerpo
como a un amuleto antiguo
me aferro a tu cuerpo
para andar por estas calles
me aferro a tu cuerpo
para sobrevivir a las largas horas
de esta interminable circunstancia del café
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde
yo no sé si eso es cierto, María
a veces me pongo a llorar en el bus
a veces me cuesta sonreírles a mis padres
a veces las palabras se me pierden
se me enroscan, se me vuelven humo
María, hay un país en mis manos que se abre
hay una herida en las plantas de mis pies
que todos los días crece un poco más
hay un mapa de fuego en mi espalda
y me voy volviendo ceniza
Amarnos, tal vez amarnos
para hacerle frente a los hombres
que andan de noche por los barrios
dejando cartas de muerte en las puertas
amarnos para poder sostenernos
y que nuestros huesos todavía
no se vuelvan piedras secas y mudas
Amarnos, María, amarnos
como única forma de aplacar
esta tristeza negra que aletea
como mil polillas en el pecho
Afuera están matando personas como nosotros
afuera el cuerpo es un campo de batalla
afuera la vida es un milagro oscuro
afuera los que ríen apagan el sol
Amarnos, María, tal vez amarnos
para poder caminar juntos a un día
donde la tierra deje de ser ese abismo sin luz
al que van a parar todos nuestros amigos
antes de tiempo.
Diana Carolina Gutiérrez
(Medellín, 1995)
Taxonomía del golpe
Norma Segades-Manias
(Santa Fe, 1945)
Desde el dolor sangrante
Debo contarte, hermana, que hay un pueblo luchando
mientras bebes y comes y sonríes
al amparo de pulcras libertades.
Hay un pueblo clamando desde obscenas prisiones
gritando sus agravios de picanas salvajes.
Hay un pueblo sufriendo,
un pueblo al que maltratan,
al que arrancan del lecho
en mitad de sus sueños inocentes
para poblar la noche de las cárceles.
Hay un pueblo nacido de idénticas raíces,
con la historia insistiendo en los espejos
su cuota de presiones miserables.
Un pueblo de pobreza veterana,
embrionaria y ritual,
provocativa,
defendiendo a pie firme el brote tierno de su debilitada democracia,
exponiendo su pecho de extramuros,
su dignidad de sangre combatiente a los fusiles de las deslealtades.
Y aunque todas las voces se pronuncien esgrimiendo
verbos como metrallas o puñales;
en nombre de algún dios arrendatario de todos los indultos e indulgencias
enajenadas al mejor postor,
alguien borró su nombre de las primeras planas y decretó el olvido del ultraje.
Por eso, aunque no quiero
hablar contigo desde el dolor sangrante,
debo contarte, hermana, que Honduras está viva,
que resiste,
mientras crecen las cifras de sus mártires.
Honduras está viva y no se quiebra,
no se hinca de rodillas
ni se calla.
En medio del silencio de los otros
dispuesta a bien morir
para nacerse labra su identidad de paradigma
sobre la arquitectura del coraje.
Lugar Poema es un lugar de resistencia. Todo aquello que se manifiesta desde la subjetividad más intrínseca nos interesa.
Desde hace seis días, en sintonía con la movilización política y social que vive Colombia, cada día encontrarás Poemas para resistir.