Pedro Ortíz
(Valle de Sibundoy, Putumayo, 1988)
Estudió Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Nariño. Como promotor de lectura y escritura ha trabajado con los niños y las niñas de la zona rural de su departamento, produciendo una cartilla de cuentos titulada Vientos de Paz y un Cd que recopila éstas historias narradas en la voz de sus autores, ambientadas con música de la región. Es fundador del Festival de Literatura de Putumayo.
Taita
Quién sino él
me regalaría un sombrero,
del cual podía extraer un conejo
un sol, una canción.
Quién sino él
me salvaría con loina,
cuando era un niño perdido
que coleccionaba abismos.
Quién sino él
me presentaría otros cielos,
con tan solo la esencia
de una hoja de selva.
Quién sino él
me llevaría por la tierra,
hasta llegar a la poesía.
Impulsándome a vivir,
dándome motivos para escribir.
Quién sino él
me enseñaría un día a desaparecer,
cubriéndome con un sayo,
amparándome de la tormenta,
conjurando un rayo.
A quién sino a él
le debo el volver
siempre al verso,
a la magia, al juego.
A quién sino a él,
le dedico este recuerdo.
Espíritu guardián
Me amigué con tu espíritu guardián,
le compartí mi tabaco
y le ofrecí una pluma de quetzal.
Le ofrendé mis canciones
y las de mi comunidad.
Encendí palo santo,
y elevé junto a él oraciones andinas.
Pidiendo bienestar y felicidad
para ti y tu familia.
Danzamos alrededor del fuego,
y nos miramos a los ojos con respeto.
De su pecho fluían azules bendiciones,
que iban hasta el cielo
y descendía a tu pueblo.
Cuida la tierra y cuídala a ella, me dijo.
A lo que respondí empeñando mi palabra.
Y, sin más nada, desapareció
mientras sonaba un cascabel
y tú despertabas.
Fluyendo
No había mejor manera de estar juntos que fluyendo.
Me aferraba a tu espalda para volar, para nadar, para estar.
Una noche dormimos en la Tierra,
y al amanecer nos habían florecido las manos.
Tuvimos la oportunidad de quedarnos en el Valle de la Música para siempre,
pero lo nuestro era el camino
y al final de una canción partimos.
Seguimos con el viento, fluyendo; con el río, creciendo;
con las personas, aprendiendo.
Un día descubrimos las palabras adecuadas
para tocar lo que llaman el alma,
un caminante nos dijo que eso era la poesía.
Y nos explicó que esas palabras eran como semillas de un bosque generoso,
capaces de llevar la magia o la vida a quienes las sepan escuchar.
Muy agradecidos, y conjurando con un verso el tiempo, desaparecimos…
Para tu corazón
Una carretera que da al Sur
Una cascada perdida en la selva
Un guacamayo que pinta el cielo
Un abuelo sabio que masca el tiempo
Un buen pensamiento
Y Mucho viento
Una casa en un árbol
Un horizonte sin miedos
La paz firmada en el alma
Un poema para escribir en tu espalda
Canciones no escuchadas
Grillos que despiden el alba
Una chagrita de alimento y medicina
El fuego dispuesto en la cocina
Un cuento dos cuentos tres cuentos
Un misterio resuelto
El perdón de mis ancestros
Una flauta a lo lejos
Mi Sol para tu universo
Mis besos para tu cuerpo
Mis manos para tus sueños
Mis semillas de sustento
Y Samai como amuleto, oración
Y sortilegio