Patti Smith
La versión de los poemas al español fue realizada por Eli Tolaretxipi. La selección completa y el poema introductorio Sueño de Patti Smith, son del escritor colombiano Michael Benítez Ortiz.
Sueño de Patti Smith
patti
muchacha
casi que no llegas
ya sé que no conozco nueva york
pero tú tampoco conoces usme
entonces
estamos iguales
te cogió el trancón
la pesadilla
de estas calles resfriadas
amor
tengo hambre de fuego
cántame en la cama
una canción negra:
el galope de las babas
traduce tus besos
la noche despilota
sus fisuras
a nuestra común
lengua materna
el pelo grita
la llama tiembla
el ruido
su poesía
nos muerde los huesos
patti
amor
caliéntame los pies
dame de beber
del sudor de tus manos
cierra conmigo los ojos
y olvidemos para siempre
la luz moderna
***
Sueño de perro
has visto
el perro de dylan
tiene alas
puede volar
hablarle
de él
es la única manera
de que dylan te mire a los ojos
has sostenido
la serpiente de dylan
cascabelea como un juguete
duerme en la hierba
se enrosca en su mano
canturrea y ataca
cuando dylan grita
cuando dylan grita
has apretado
contra tu cara
el pájaro de dylan
el pájaro de dylan
está en la cadera de dylan
tiembla dentro de él
cae al suelo
rueda con dylan
es el único que viene
cuando dylan viene
has visto
el perro de dylan
tiene alas
puede volar
cuando aterriza
como un payaso
es el único
que puede
mirar a dylan a los ojos
(De Séptimo cielo, 1972)
Sueño de Rimbaud
soy viuda. podría ser charleville. podría ser cualquier parte. me muevo detrás de los arados. los campos. el joven arthur merodea por la granja (¿roche?). la bomba el pozo artesiano. lanza vidrio verde conocido como desecho de cristal. me pega en el ojo.
estoy arriba en la habitación vendando mi herida. él entra. se apoya contra el dosel. sus mejillas rosadas. aire desdeñoso manos grandes. lo encuentro endiabladamente sexy. cómo ocurrió pregunta indiferente. demasiado indiferente. levanto el vendaje. muestro mi ojo ensangrentado hecho un desastre, un sueño de Poe. se queda asombrado.
se lo explico rápida bruscamente. alguien me lo hizo. tú me lo hiciste. se cae sobre la cama. llora. me coge por las rodillas. lo cojo del pelo. que no hace sino arder en mis dedos. fuego espeso de zorro. suave pelo amarillo. pero ese inconfundible tono rojo. rúbeo. reflejo rojo. pelo de Él.
oh, jesús, cómo lo deseo. sucio hijo de perra. lame mi mano. me sereno. ve rápido tu madre espera. se levanta. se está yendo. pero no sin la mirada de esos fríos ojos azules que destroza. ese que duda es mío. estamos sobre la cama. le he puesto un cuchillo en el delicado cuello. dejo que gotee. nos abrazamos. devoro su cuero cabelludo. piojos gordos como pulgares de bebé. piojos caviar de cráneo.
oh, arthur, arthur. estamos en Abisinia Adén. haciendo el amor fumando cigarrillos. nos besamos. pero es mucho más. azur. charco azul. denso lago de aceite. las sensaciones se condensan, se avivan. golfo cristalino. bolas de cristal de colores que explotan. la costura de la tienda beréber se deshilacha. aberturas, abiertas como una cueva, se abren más, entrega total.
(De Witt, 1973)
La noche
(Fragmento)
I
el alma con la forma de un hombre joven
envuelto en un manto de leche…
el corazón con la forma de su amante —
un chico amable con la piel azul…
la noche con la forma de una mujer negra
que desciende sobre los muchachos que duermen
y los convierte en sus esclavos.
(De La noche,1976)
Arte en el cielo
Navegando por el terreno cubierto de plumas dejando caer frases como
“He estado en sitios peores
He estado en mejores
He andado por ahí…”
Y todo lo que deseas es una mano amiga
Que te saque del lodazal,
de la belleza
Que te levante…
Dejo que las ventanas vuelen, sobre los ríos, el campo y la rama que se dobla.
A lo largo de la orilla del río unas mujeres cogen agua; otras golpean las camisas de sus maridos con una piedra. Niños medio desnudos muerden frutas extrañas, delicadamente dulces, y cantan:
Un día todos estaremos muertos
Pero los que se siguen moviendo
Rastreando y volviendo sobre sus pasos
Nunca morirán
Se llamarán
Rembrandt, Colón
Soñé que era una misionera
Soñé que era una mercenaria.
Mi mochila era un corte de lino
atado como un globo a un palo.
Arriba, las nubes se forman una y otra vez. Parecen — un embrión, un amigo que se ha ido y descansa horizontal. Sobre un gran brazo, compasivo como un resorte que recibiera la orden del alcanzar y agarrar ese bolso de lino y todo lo que lleva dentro, aunque sólo fuera el alma de una idea — el color del agua, el peso de una colina.
(De Soñar despierta, 1992)
Las Islas Salomón
¿Albergaron algo sabio, una discreta combinación de perversión y belleza?… Peces muertos. Pájaros que silbaban como pavas extasiadas. Tambores, deseo.
¿Fue él un breve destello, un filo deslumbrante?… ¿la espada, el instrumento de un dios o fue engañado y se quedó realmente solo?…
Los pétalos, encendidos como mejillas, cayeron a su alrededor y desempolvaron su pelo. Joyas de la corona de Morfeo. Así que, después de todo, un dios elige, susurró, y estoy aliviado y renuevo mis votos. Revisó los detalles de su acto final y cada fase cayó como los pétalos que temblaban en su rizado pelo.
La afilada punta del viento sacudió el dobladillo del chal. No eran el guerrero ni la guerra, sino ciertos rituales y reliquias de la guerra lo que él adoraba. El pañuelo del samurái, el bol del sake derramado en el viento divino. Y mientras examinaba el corte y el tono de sus propias divisas, alcanzó el porte de aquel que no pertenece a nadie, a nada, salvo a su sueño, a su destino. Y fue esclavo de él.
(De El mar de Coral, 1997)
Pájaros de Irak
Veinte de marzo
primavera despierta.
Los pájaros callan.
Está pasando otra vez.
Me levanto pero no puedo levantarme.
Regreso a la cama
me envuelvo la cabeza
con la sábana.
Está llegando
una tormenta de nervios
que dispara
la corriente
fuente de sufrimiento
lluvia de piedras
sobre la primavera humana.
Y yo soy yo misma.
Y yo soy otra.
Y ahora mi madre
inclinada a punto de vomitar
en un cubo
el ventilador gira arriba
sus hijos en fila
observan desde la puerta
con asombro científico
ya lo han visto otras veces.
Si no hay cena no hay historia.
Golpean la pared
trapos mojados y bálsamo
cabellos teñidos con alheña
empapados con sudor
se afloja el vestido de verano
que casi no puede sujetar la carne que se le cae
aullando Jesús
María y José
mi cabeza mi cabeza.
Soy la mayor
ayudo
con el debido silencio
condenada
como ahora
ayudándome a mí misma
agarrando la toalla
la tormenta en el aire
es también mi semblante.
Ayer
diecinueve
su cumpleaños
día de San José.
Ella no
volverá como las golondrinas
a posarse en una roca
en Capistrano
con la simetría
casual
de un decorado
una galería de tiro
cabezas de pájaro
desplomándose
la cesta con la ropa
que tendré que planchar.
Imágenes que vibran
melodías entrelazadas
madre que grita
juegos de la infancia.
¿No puedo tener un poco de paz?
¿Un poco de paz?
¿Un poco de hielo?
¿Qué hacen
esos ratoncitos salvajes
bombardeando
el primer día
de primavera?
Bagdad
la ciudad de la paz
el califa y el ladrón.
Recuerdo noches
barridas por el mar.
Leía Las Olas
pero nunca me atreví a entrar
la epidemia de polio.
Los indios no nadan.
Adoran las mareas
y están subiendo.
Virginia rogando por la noche
negándose a ser negra
porque la luna está llena
y derrama la luz del cielo
gotea voces
¿o son pájaros?
¿Por qué dejaron de gorjear?
¿Cuándo dejaré de tener náuseas?
Y ¿cómo fue que mi cabeza
aprendió a nadar?
Pasó el equinoccio.
Se marchó
al río.
Una carta para L.
Una carta para V.
Piedra a piedra
el mirlo capiblanco
y rocas estrelladas
hierbas flotando
el espejo picado
el destello fugaz de quien se ha ido
una mano tranquila
retorciendo una sábana
entre sus dientes
suplicando amnistía
susurrando
colibríes nerviosos
soñando con el asilo
Saint-Rémy
paz imposible
martilleo del inventario
bordado despiadado
bandejas pintadas
ambulancia salpicada
en la sangre de Julián.
Carmesí paleta cuchillo.
Abandonar posesiones.
Cortar pelo cortar pelo.
Floración anual de los rosales
pelo espinoso
no dejaba de
agujerear su cuero cabelludo
jardines de gruesas paredes
Vanesa en el cielo
El gran armario de Thackeray
con su vitrina.
Fue un sueño.
Era su cabeza
el martilleo en su cabeza.
Y se pregunta
¿cómo se me ocurrió
algo tan violento?
¿Cómo se me ocurrió
algo tan violento?
Y Buda no
conoció a Isaías.
E Isaías no conoció
a Heráclito.
Pero todos existieron
en el mismo momento.
¿Y quién existe mientras existimos?
Dedos, pulgada a pulgada
extienden el país de su cama
por la ventana
vitrina hecha añicos
finge húmeda de lágrimas
saliva y sudor
ojos desesperados
aferrándose a las parras
haciendo las cuentas
el murmullo de las hojas
una historia del mundo
escrita en las jorobas
de las bestias rotas.
Los pájaros callan
antes de que paren
antes de que la rama se rompa.
Irak primavera despierta.
Las bombas caen como frutos.
Los melocotoneros
alineados en el bulevar
detrás de la mezquita
en llamas
la abubilla
la tórtola
caen como lluvia
restos
rociando sábanas
niños que portan armas
mujeres haciendo vida de soldado.
Y yo no soy ellos
envuelta en muselina
objeto de anticuario que vuela
sin conexión
sin culminar
pieza de acción
sin fin sin fin.
Por encima del Tigris
del Éufrates
los helicópteros
lanzan panfletos
para que la gente los coma.
Envuelven la luna en papel
la mente martilleada.
¿Qué siglo es éste?
Ciertamente el último
mientras los camellos corren
libres de mantas
bordadas y sillas de cuero
sacos de especias
calabazas huecas.
Corren y el sol
explota.
El cordero de dios bala.
Las cabras se separan de las ovejas
sus barbas tejidas
son bufandas
que adornan a los curas y a los excéntricos.
Camellos en el polvo
pasmados por sus heridas
sus mentes aceleradas
Ata Allah — nombre beduino
sus pequeñas orejas revestidas de pelo
filtran el polvo y la arena
la doble fila de pestañas curvas
protege sus grandes y dulces ojos
de la arena del desierto
pelo que mudan en primavera
muy apreciado para pinceles de artista
los de Vanesa
los de Duncan.
La banda que llevaba
en la cabeza
me la puse en la muñeca.
No podía escribir
no podía agarrar
nada
ni palabras
ni mundo
sólo tiempo
ensartado en
un hilo
largo
frágil.
Cuando retuerces
un cuello
algo deja de
girar
en el joyero
bajo una tapa martilleada.
Nos vimos en la casa de la primavera
representamos el número
dormimos en una tienda con sábanas
y soñamos con el desierto.
Escuchamos la llamada a la oración
y el cielo era mágico.
Los hombres conducían camellos.
Nos arrodillamos en el arbusto espinoso
y cuando me desperté
tenía arañazos
en las rodillas.
Y nunca más
será la visión tan aguda
como para que los sueños puedan
producir sangre
un sendero de espinas
y alas desparramadas.
Si no las pegamos
a la espalda
seguro que podríamos volar.
Seríamos libres
como la abubilla
como el sarapico
que cantan en primavera.
¿Vienes
hermana?
¿Vienes?
Madre está mejor.
Volamos
solas
batiendo las alas
arriba y abajo
arriba y abajo
desechando
jerséis
con los brazos
desnudos.
Oh
ser
tan pequeño.
(De Augurios de inocencia, 2005)