El indio Romulo
(Monguí, Boyacá, 1931)
PADRESITO LINDO
Que despantosidades las que pasan mi padresito lindo de los cielos
¿que no oyis la probería?
¿Qué ni an valen los rezos?
y nos dejas sufrir tan jieramente lo mismo que un injierno.
Por qué la gente se golvió tan mal y tan endil en tan poquito tiempo,
que ya naiden trabaja con conducta ni naiden piensa en naita bueno
sino solo en matar y en ser jaltosos
y robarle al vecino su alimento.
Lo que han visto mis ojos, padresito lindo,
tal vez ningunos ojos vieron
prender candela a tantas cosechitas
distindir el juego pa que se ardan los ranchos de los probes
se vayan lejos las familias enteras
y se guelvan merados limosneros.
Como mata la gente por bobadas,
por batir guarapito pa beberlo pa que rinda el trabajo
porque tiene colora la corbata o azul el pañuelo,
por no votar en unas ilisiones,
por visitar enjermos,
por hablar al patrón o saludarlo,
pagarle el arriendo.
Este chirajo de vida nada vale,
ni an se puede dormir,
los rochelientos se zampan a las casas por las noches
y entoalito a matar
y a que les demos nuestras hijas pal mal
y a desejirnos con los cuchillos puestos toita nuestra plata
porque quesque así van meramente a defendernos de la plaga jeroz de los malvados,
de los bandidos chusmeros.
Al probe don Jacundo
se lo llevaron arrastrando del pelo
lo amarraron con lazos a una viga,
le pusieron rigolver en el pecho
y en después por no gritar
lo ajusilaron, como se mata un perro.
Al muchachito de misia Custodia que apenas caminaba en tunteos arragao de sus dos piernitas
le dieron un jondeo
y allí en la piedra de moler maicito le estamparon los sesos.
A la hija del Damián se la robaron
le rozaron pretolio,
le prendieron candela
y en después como se reían los jeroces
de mirarla ardiendo.
Padre lindo,
¿que no oyis la probería?
¿Qué ni an valen los rezos?
o jue que a vos también te desterraron de los besnitos cielos.
Al pueblo,
a qué bajamos,
nos esculcan
nos quitan nuestros huevos
nos estrujan la cara y acogotan pal pago del empuesto
y en después echan plomo pa juyirnos
pa que todo dejemos:
la alverja, la yuquita, las papas tiradas en el suelo.
Y lo que endila de verda al cristiano
es ver de paseanderos a tantos ojendosos sin concencia
con sus vestidos nuevos,
sus mujeres que pasan regordientas
muy enjiestaos en sus casas grandes,
gordotes y contentos,
y emborrachándose porque tienen plata
y porque ganan dinero
mientras honraos campesinos stamos en muchos sujrimientos:
achucharras toas las cementeras
y tan solo comiendo las semillas quedas en los rastrojos de los quemaos barbechos,
sin rancho, sin calor, sin alimales,
sin siquera gozar de la alegría que to’s los campos cultivaos viamos
pos ni an pájaros hay
porque sus nidos no los jabrican en los palos secos.
La poca gente que allá ni canciona por lo espanta’ y el miedo,
nuestras mujeres todas chiriposas,
miradamente los pelados huesos
nuestros hijos en una moridera de puros jlacuchentos
y toitos con hambre y menestios
y toitos chanchirientos.
Padre lindo
¿que no oyis la probería?
¿Qué ni an valen los rezos?
o jue que a vos también te desterraron y no tas en los cielos.
Transcripción realizada por Hernán Ricardo Murcia Lopez, Sociólogo y escritor.