Un Lugar para Ti

Narrativas autorreflexivas para la vida: Paula Melisa Plata

Tiempo de lectura: 3 minutos

Paula Melisa Plata

Guionista de profesión y soñadora de nacimiento.

 

 

 

Querida yo

 

 

Querida yo,

 

Te debo una charla con el corazón abierto, sin prejuicios ni mentiras perfectamente elaboradas. Me cuesta bastante, incluso más de lo que creo, hablar de mí misma. No me seduce la idea de rebuscar entre mis recuerdos más oscuros por un intento absurdo de comprenderme. Pero te debo esto y mucho más.

 

Siempre he creído que las almas rotas nos atraemos sin dificultad y tal vez es por eso que hoy he decidido escribirte a ti (o a mí) o como quieras verlo en las próximas líneas que gritan por sí solas locura y un tanto de valentía.

 

Me veo en la necesidad de escribirte porque sé con bastante claridad que aquí yacen aquellas palabras que jamás seré capaz de decir en voz alta mirándome al espejo, porque para empezar, ni siquiera soy fanática de los espejos. Si fuera por mí los rompería todos.

 

No sé en qué momento me convertí en una monotonía andante. En las mañanas me siento vacía y sin ganas de abrir los ojos aún cuando sé que ya estoy despierta por completo. Como si las historias de mis sueños fueran más interesantes que la historia real de mi propia vida.

 

Tengo 24 años, la misma edad que tenía mi madre cuando me dio a luz. !Ah sí, es cierto!, salí del vientre de mi madre ¿cómo es posible haber salido de sus entrañas y sentirme tan ajena a ella?

 

Siempre he tenido la teoría de que cuando me expulsó para traerme a este mundo ella estaba tan nerviosa que yo absorbí algo de eso, es la explicación que le doy al hecho de que le tengo miedo a casi todo.

 

Suelo fantasear con la idea de que mi madre me regale un abrazo simplemente para sostenerme y tenerme entre sus brazos. Que me escuche un poco más de vez en cuando, que me mire a los ojos y descubra que el brillo que hay en ellos se debe a las horas que paso lagrimeando en silencio. Porque a veces siento que me derrumbo, que todas mis piezas se me escapan y se desprenden de mi columna.

 

Sé cuantas veces te has preguntado si la ventana de tu habitación es lo suficientemente alta, no te avergüences, yo más que nadie sé lo que se siente buscar una salida a tan impaciente angustia. Hacernos agua para filtrarnos por las rejillas del sifón y desaparecer, ser más liviana.

 

Me rebusco entre mis palabras porque no sé muy bien de qué estoy hecha. Y aún así eso no es lo que verdaderamente me molesta. Me molesta este vacío que llevo dentro desde que tengo memoria. He intentado llenarlo con todo lo que se me cruza en el camino pero nada parece ser suficiente.

 

Querida yo, te debo tantas cosas que no me alcanzarían estas lineas para darle explicación a mi penoso comportamiento, honestamente, te debo unas disculpas.

 

Perdóname por no amarte como debo (es que nadie me enseñó a hacerlo), perdóname por castigarte y dejarte olvidada al final de la lista de las cosas importantes. Lamento mucho pensar de vez en cuando que no eres suficiente, no darte el lugar que te mereces, no alimentarte, no cuidarte, no escucharte. Me disculpo por todas aquellas veces que te nombré mi enemiga, porque así soy, cobarde y testaruda, un poco ciega, un poco sorda. También me disculpo por todas esas veces en las que fui incapaz de decir no en tu nombre, aun cuando me gritabas por dentro que debía huir de aquellos brazos enfermizos que envenenaron mi cuerpo y mi alma. Perdóname por privarte de decidir, por regalarle a otros el privilegio de lastimarnos.

 

Hoy te digo, con el corazón en la mano y la frente en alto, que he aprendido muchas cosas, que aun tengo miedo, sí, pero este miedo no es suficiente para quedarme atada a estas viejas cadenas.

 

Estás completa, te tengo a ti y tú me tienes a mí y con eso basta.

 

 

Ejercicio de escritura del taller Narrativas Autorreflexivas para Acompañar la Vida”. Dirigido por Angélica González Otero. Educación Continúa, Universidad Javeriana de Bogotá.

 

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